martes, 26 de julio de 2011

ATRONANDO LA CIUDAD


Apocalipsis sónico verbenero
Qué gran música compusieron Simon and Garfunkel con Los sonidos del silencio. Elegante, intimista. Y que lejos está del silencio, lo que en las fiestas populares se entiende por actuación musical, o sea, la verbena de toda la vida. En esta semana se han celebrado las fiestas de mi barrio. Espectáculos para todas las edades a lo largo del día y como gran broche final la verbena nocturna. Ah!, eso sí, primero una serie de explosiones atronadoras de cohetes. Me imagino al encargado de la compra pidiéndole al vendedor las bombas con mayor sonido, siguiendo la máxima de burro grande ande o no ande. Creo que hasta han salido grietas en las paredes de la terraza, así que os lo podéis imaginar.
Pero a lo que íbamos. Con las actuaciones musicales de las verbenas siempre me han surgido las mismas preguntas: ¿Por qué tienen esa cantidad de vatios de sonido? ¿Por qué meten tanto ruido? Si uno acude a cualquiera de las que se celebran por cualquier pueblo de cualquier provincia, se dará cuenta de que el sonido es, normalmente, inversamente proporcional a la cantidad de vecinos que van a verla. Hay veces que el número de miembros de la orquesta casi iguala a de espectadores que los van a ver. Y cuando es en un pueblo casi iguala a la población del mismo. Son como ejércitos del trueno dispuestos a hacerte sangrar los oídos con su calidad musical. Es espantoso comprobar cómo, aunque estés en la otra punta de la ciudad, se oye de forma nítida la letra y la música que producen, y empiezas a sospechar lo que te espera al llegar a casa. Incluso he visto en algún caso como en una plaza pequeña de un pueblo pequeño, habían puesto dos orquestas enfrentadas en los extremos de la plaza y cuando acababa una empezaba la otra. Bocadillo sónico para mayor gloria de los otorrinos.
Como manchas de aceite, se expanden rápidamente, cubriendo con su neblina musical todo un barrio e incluso la ciudad entera puede quedar enterrada bajo su mesiánica labor. Es como si a tu casa viene tele pollo, sin haberlo llamado, para ofrecerte una oferta dos por uno y te la tienes que quedar si o si, aunque no tengas hambre.
Y ni tan siquiera el sonido es bueno. Normalmente éste va acompañado de chasquidos, frituras, subidas y bajadas de intensidad que hacen insufrible su audición. Es como si todas las orquestas contrataran al técnico más inútil para tal menester.  Da la impresión de que para intentar disimular todas estas deficiencias, se sube el sonido hasta límites extremos y así consiguen la impresión de que son bandas con caché. Y con caché, no sé, pero “banda” sí que son la mayoría.
Porque alguien puede pensar que estoy exagerando, pero meterse en la cabeza el Viva España, Paquito chocolatero, La barbacoa y demás éxitos del mundo pachanguero a ese nivel sónico, hace que las neuronas sigan vibrando, aún cuando la verbena haya acabado, y encima el cerebro, como represalia por hacerle oír semejantes asesinatos musicales en primer grado, visualiza en tu mente a los personajes que las cantan y acabas pasando, lo que se llama, una noche toledana. Como si fuéramos hijos de la tortura nos levantamos como autómatas y tatareamos el porompompero pero o mi carro, en claro triunfo de la maldad musical más absoluta.  Y encima, cuando llegas al trabajo con unas ojeras que te llegan a los pies, todavía hay alguno que hace chistes con lo bien que te lo debes haber pasado la noche anterior. Y ahí ya te dan ganas de asesinar tu mismo.
Además, hay otra cosa. Las verbenas nunca tienen hora de cierre. Es como si se retroalimentaran y a cada mayor desvarío musical y mayor carga etílica de los espectadores siguen y siguen con la promesa, siempre incumplida de “esta es la última que ya es muy tarde”. ¡¡¡Cacho perros, son las cuatro y media de la mañana, es día de diario y hay que ir a trabajar. Tarde era ya hace dos horas, que llevas dando la turra desde las doce de la noche!!!
Pero, amigos del misterio, tratar de explicarse todo esto es como lavarle la cabeza a un burro: se pierde agua, tiempo y jabón.      

2 comentarios:

  1. jajaja!! que gran verdad!!! yo siempre me quedo afónica intentando hablar en una verbena. Aunque seguro que alguno me diria que a las verbenas no se va a hablar sino a beber y bailar... bailar? Si ya nadie baila en las verbenas, solo dan botes y chillan cuando a última hora tocan las canciones "cañeras" ( véase: Dolores de Los Suaves, Chiquilla de Seguridad Social, Juliete de Platero...) y tantas otras que caen todos veranos en las verbenas cual lágrimas de San Lorenzo la noche del 10 de Agosto desde hace...buff! ni se sabe los años. Por si alguien no se ha dado cuenta no me refiero a las parejas de señores/as que bailan sus pasodobles y canciones de los 60 ( y que a la 1 están en la cama), sino a todos los jóvenes que sólo van a las verbenas a "botar" y beber. Como dice Carlos, para que tantos decibelios si nadie les hace caso??????
    Ahi queda eso.

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  2. ay compañero!!! tu no conoces el afamado "concurso de karaoke" que viene celebrándose en la plaza de hacienda desde unos años atras... eso si que son gorgoritos, hay cada promesa en esta nuestra ciudad!!

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