jueves, 8 de noviembre de 2018

MOCOS

             Definitivamente, la gripe de este año está siendo virulenta y contagiosa. El último caso conocido es el del Tribunal Supremo del Reino Bananero de España. Febril, delirante y turbado, el alto tribunal produjo mocos por doquier los cuales se intentó limpiar, en un primer momento, con la manga de su sotana judicial. Sin embargo, lejos de conseguirlo, lo único que obtuvo fue recrear esa visión infantil de hace ya algunos años en la cual los tiernos infantes iban con la cara llena de mocos resecos después de haber intentado limpiarlos a mano corrida. La diferencia estriba entre la candidez pueril de éstos últimos y la caricatura infecciosa de aquellos.

            Pero, lo más trastornado del asunto es que, no contento con la limpieza parcial e ineficaz de su primer intento, al final, de forma pública y notoria, se ha limpiado la nariz judicial que representa, en contra de los intereses del conjunto de la ciudadanía, en la inextricable bandera de España. Más fácil: si la susodicha bandera nos representa sí o sí, según los patriotas en ejercicio, y la cohorte judicial ha votado en contra de nuestros intereses, lo lógico es pensar que ha votado en contra de la bandera, o sea, se ha sonado en ella y está por ver si no se ha cagado y meado en ella a la mayor gloria financiera hispana.

            Esto de la sacrosanta bandera y el sarpullido que provoca que se haga humor a su costa, ya sea blanco, negro o zafio, está llegando a un punto de ebullición en el que la tolerancia, la razón y la calma están siendo cocidas a mayor gloria de este guiso patriotero españolista y racista con el que nos estamos dotando a falta de mejores cualidades intrínseca o extrínsecas. El hecho de que alguien, colectivo o persona, declare la inviolabilidad humorística del objeto expuesto como símbolo de su condición, ya sea legal o ilegal, razonable o caprichoso, está haciendo que la capacidad para reírnos de nosotros mismos, cualidad indispensable para avanzar sin las ataduras del egocentrismo más pernicioso, esté bajo mínimos. En blanco y negro, serios, taciturnos, trascendentes, gafapastas, con bigotito ralo y gomina al pelo “p’atrás”, así nos quiere la caverna españolista. Pues bien, una mierda para todos vosotros.

            Necesitamos cambiar los hábitos textiles en cuestión de pañuelos. Al hilo del Intermedio de la Sexta, sonada nasal de Dani Mateo en la bandera española, y del Està Passant de TV3, sonada del cómico Toni Soler en la bandera catalana, en apoyo del primero, propongo que los pañuelos, textiles o de papel tengan representada la bandera del país y de la comunidad autónoma de cada cual, anverso y reverso a libre albedrío, para que, de esta forma, cada uno nos sonemos los mocos en la que creamos conveniente con talante infeccioso-patriotero, eliminando del código penal el delito de ultraje a la bandera que tan de moda han puesto los extremistas del régimen. De cualquier forma, en caso de pandemia gripal, siempre nos quedará una toga a mano.

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