Definitivamente, la
gripe de este año está siendo virulenta y contagiosa. El último caso conocido
es el del Tribunal Supremo del Reino Bananero de España. Febril, delirante y
turbado, el alto tribunal produjo mocos por doquier los cuales se intentó
limpiar, en un primer momento, con la manga de su sotana judicial. Sin embargo,
lejos de conseguirlo, lo único que obtuvo fue recrear esa visión infantil de
hace ya algunos años en la cual los tiernos infantes iban con la cara llena de
mocos resecos después de haber intentado limpiarlos a mano corrida. La
diferencia estriba entre la candidez pueril de éstos últimos y la caricatura
infecciosa de aquellos.
Pero, lo más trastornado del asunto
es que, no contento con la limpieza parcial e ineficaz de su primer intento, al
final, de forma pública y notoria, se ha limpiado la nariz judicial que
representa, en contra de los intereses del conjunto de la ciudadanía, en la
inextricable bandera de España. Más fácil: si la susodicha bandera nos
representa sí o sí, según los patriotas en ejercicio, y la cohorte judicial ha
votado en contra de nuestros intereses, lo lógico es pensar que ha votado en
contra de la bandera, o sea, se ha sonado en ella y está por ver si no se ha
cagado y meado en ella a la mayor gloria financiera hispana.
Esto de la sacrosanta bandera y el
sarpullido que provoca que se haga humor a su costa, ya sea blanco, negro o
zafio, está llegando a un punto de ebullición en el que la tolerancia, la razón
y la calma están siendo cocidas a mayor gloria de este guiso patriotero
españolista y racista con el que nos estamos dotando a falta de mejores
cualidades intrínseca o extrínsecas. El hecho de que alguien, colectivo o
persona, declare la inviolabilidad humorística del objeto expuesto como símbolo
de su condición, ya sea legal o ilegal, razonable o caprichoso, está haciendo
que la capacidad para reírnos de nosotros mismos, cualidad indispensable para
avanzar sin las ataduras del egocentrismo más pernicioso, esté bajo mínimos. En
blanco y negro, serios, taciturnos, trascendentes, gafapastas, con bigotito
ralo y gomina al pelo “p’atrás”, así nos quiere la caverna españolista. Pues
bien, una mierda para todos vosotros.
Necesitamos cambiar los hábitos textiles en cuestión de
pañuelos. Al hilo del Intermedio de la Sexta, sonada nasal de Dani Mateo en la
bandera española, y del Està Passant de TV3, sonada del cómico Toni Soler en la
bandera catalana, en apoyo del primero, propongo que los pañuelos, textiles o
de papel tengan representada la bandera del país y de la comunidad autónoma de
cada cual, anverso y reverso a libre albedrío, para que, de esta forma, cada
uno nos sonemos los mocos en la que creamos conveniente
con talante infeccioso-patriotero, eliminando del código penal el delito de
ultraje a la bandera que tan de moda han puesto los extremistas del régimen. De
cualquier forma, en caso de pandemia gripal, siempre nos quedará una toga a
mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario