Otra vez. De nuevo
otra ostia en la cara. Y así siempre. Nos vuelven a pisotear en la certeza de
que no levantaremos la voz o, al menos, tendrán la convicción de que parte de
ese rebaño de borregos castrados, uniformes votantes de un concepto democrático
larvado en el oscuro océano represor, justificarán la medida juntando las filas
de su barbarie manipuladora. Así ha sido siempre, M. Felton, y así será
mientras esa grey amputada socialmente, que ha sido absorbida, engañada, como
si le hubieran colocado una preferente especulativa en su entramado neuronal,
no vislumbre definitivamente su verdadero lugar en el bastidor social de este
país, de esta comunidad, de esta provincia…de esta ciudad. Quizás, cuando
identifique a los verdaderos culpables, a los verdaderos trileros de sus
consecuencias, dará un giro y exigirá.
Créame cuando le digo que esta
democracia formal, en la que pueden sobrevivir especímenes nefastos, prototipos
experimentales de servilismo continuo y arquetipos de incapacidad para el
mandato sin, es una pena, obsolescencia programada, es una puta mierda. Pero no
una mierda corriente, sino una gran puta mierda. Manipulada, manoseada,
corrompida, viciada y dañada continuamente en su devenir, nos hemos
acostumbrado a tal grado de fetidez política que no somos capaces de distinguir
entre el bien y el mal, dando por hecho que este mecanismo autómata, desnudo,
descarnado, es la verdadera realidad. Nos dejamos engañar demasiadas veces y
demasiado fácil dando pábulo a verdades a medias, a informaciones tergiversadas
por los mamporreros de turno sin ser capaces por nosotros mismos de
reflexionar, de razonar, de escapar de su lavado de cerebro, cayendo en la
trampa de su puesta en escena. Una y otra vez, como retrasados mentales
incapaces de decir no.
Vivimos en un auto sacramental
perpetuo. Usted ya conoce, por sus años vividos aquí y por mis misivas, como
nos manejamos. Caudillismo secular, red de favores, oligarcas pueblerinos que
impiden el progreso para no perder la posición. Es esta sordidez la que
construye esta falsa realidad, la que hace creer a la población más proclive
que su desarrollo depende de su magnanimidad. Les atiborran de préstamos,
hipotecas, como si fueran pastillas para la tos, inoculándoles el virus de la
clase media. Ya tienes coche, ya tienes casa, ya eres clase media…ya eres mío,
patán. Tu cárcel es mi programa electoral, tu prisión es mi promesa, tu
ejecución es mi éxito. Y, ¿qué hacer? ¿Desertar y pasarse al enemigo aceptando
el matrix de su propuesta? ¿Rendirse para que de esta forma, por eso le digo,
M. Felton, que esta democracia es una puta mierda regida por mierdas aún más
grandes, nos llegue el bienestar o lo que nos pertenecería si esta máquina
funcionara de forma objetiva? Como la Numancia sitiada por los romanos, aquí
parece que el trato es el mismo. Socavar los cimientos, engañar a la población
para que asuma dócilmente que la culpa la tiene su supuesta traición al votar su
enemigo. Nos dejarán morir de hambre, no se asombre, para proclamar su triunfo.
Un triunfo sobre la nada muerta pero que a ellos les basta. Saben reinar sobre
los muertos.
Tengo una baldosa vestida de azul… Sí ya sé, he cambiado
la letra, pero princesa, baldosa, ruina, acaso, no es lo mismo, la misma
canción de siempre en esta tierra absurda que todavía cree caminar hacia adelante,
que todavía cree que si no camina hacia adelante la culpa no es de quienes les
llevan engañando décadas sino de quienes les han quitado la venda de los ojos.
Acepte, M. Felton, la sorna, la burla hacia los ciegos de razón, pero creo que,
en esta caso, la venda tenía un 1,5% más de longitud. El mismo porcentaje que
el año pasado y el mismo porcentaje de voluntad, de resistencia que manifestaremos,
que opondremos en un futuro para colocar a esos profetas del ocaso en el
aparcamiento de su insignificancia.
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