miércoles, 31 de enero de 2018

ALLEGRO CON BRIO

              Le adelanto, como parte de este nuevo epistolario, que he añadido, como parte de la terapia existencial a la que con suma satisfacción me he incorporado, cierta consistencia deportiva, eso sí, ligera, llevadera, pero que me autodisciplina, me estructura parte del tiempo, que de otra forma, dedicaría a absurdos, a baladíes juegos mentales. Espero que esta iniciativa personal no suponga una cierta confrontación con el marcado acento académico de su atención médica, nada más lejos de mi intención, pero creo que suma más que resta esta voluntad atlética, si me permite el término, a mí estabilidad endocrina y neuronal. Bien es cierto que, dada mi naturaleza analítica, este nuevo quehacer me da la posibilidad de escrutar, de escudriñar, de examinar el comportamiento humano a mi paso, lo cual, es cierto, es la antítesis de lo buscado con dicha actividad. Supongo, M. Felton, que tendré que ir con cuidado sumo y ver hasta qué punto no supone un paso atrás en mi tratamiento.

            Esta nueva actividad deportiva, como le decía en el párrafo anterior, no es más que un caminar alegre, un paso “allegro con brío” que me permite dominar la tarea y ejercitar un poco el corazón. Es ese punto intermedio de la balanza que no implica sucumbir a ninguno de sus lados. No hay nada como conocer los límites personales para no fracasar, o intentar no fracasar, y no llegar a sucumbir ante metas tan altas que traigan consigo la pesadumbre y la sensación de derrota. Muchas veces es esta particular forma de comportamiento humano la que hace que nos sintamos vencidos sin reparar en lo obtuso del intento y, porque no, que sus consultas, estará de acuerdo conmigo en esto, estén llenas. Yo soy una prueba más que palpable de todo ello. Y como no aprendo, no he podido resistir la tentación, inocente creía yo, de analizar cierto comportamiento humano en relación con mis andanzas sobre el terreno. Le relato a continuación mis impresiones.

            En esas horas de camino he ido tomando conocimiento de ciertas actitudes que caminantes como yo realizan al ejecutar su tarea. Antes le tengo que indicar, sino no estaría completo el escenario, que por donde voy a caminar existen dos vías, a veces paralelas, a veces coexistiendo en un mismo vial físico, a la que una de ellas se le denomina carril bici. Así, a bote pronto, esta última estaría clara: está destinada a la circulación en bicicleta, sin embargo, esto no está tan claro, M. Felton, las cosas aquí no son como parecen. O a mí me lo parecen así. Si dividiéramos a las personas por el motor de su actividad, estas podrían ser clasificadas entre “andantes” y “ciclantes”, permítame las expresiones. Como dos especies de gigantes mitológicos, se cruzan y entrecruzan por los viales defendiendo el territorio arrebatado en el largo caminar o pedalear. Pues bien, he creído comprender que los ciclantes han perdido la batalla, o están a punto de hacerlo, o la perdieron desde los orígenes ante la persistencia del colectivo andante en invadir un espacio que, en principio y por denominación, no es para ellos.

            En esta sociedad, en donde nos hemos acostumbrado a aceptar que todo no es lo que parece ser, los unos y los otros, y referido a nuestro caso en particular, parecen desear ser el otro, y el otro desea ser aquel, y aquel… El andante, quizás por esa novedad que supone la construcción específica que se necesita realizar para un carril bici, desea ocupar ese espacio nuevo de circulación. Ese camino que brilla y que llama la atención como los cristales de baratija que brillan en el escaparate del colmado y que no nos resistimos a comprar. Podríamos decir que el andante querría convertirse en ciclante y abandonar las aceras tristes y aburridas que le son asignadas. Por otra parte, el ciclante desea convertirse en automóvil, son reiteradas las tensiones entre unos y otros por la ocupación de las carreteras. Así iríamos escalando en la pirámide de los deseos más profundos y el automóvil desearía convertirse en avión, algo que el propio progreso nos traerá antes que tarde, y el avión cohete, alguno ya visitó la estratosfera de forma experimental, y el cohete…Tomar posesión de algo para sí por abundamiento, por inundación, sobre todo en el primer caso sin considerar siquiera la mera circunstancia del saber estar y donde estar.

            Por otra parte, podría tratarse, simplemente, de una circunstancia más vital, de seguridad sociológica. Es esta una sociedad que acepta sin preguntas, sé muy bien por qué, recortes en materia de derechos civiles, consustanciales a la integridad como seres humanos, parte intrínseca de yo personal y el nosotros colectivo, a cambio de una seguridad que no es más que una mera intromisión en las vidas privadas, penalizar las conductas no admisibles por los poderes oligárquicos y, en definitiva, oprimir al otro, al que no piensa como es debido, y cercenar la libertad de expresión y del ser, que son los algoritmos sobre los que se sustenta la verdadera democracia. Por lo mismo, creo que ese ocupar el carril bici se sustenta en la seguridad que da saber en que lugar comienza y donde termina. Nunca se podrán perder, extraviarse, salirse del camino trazado por la mano que lo construyó. Esa seguridad, similar a la farsa policial del estado, les induce a invadir esa nueva vía más tangible, siendo ese hecho el síntoma claro de su ocaso como seres humanos libres. Han claudicado ante la barbarie represora y todos sus actos, hasta estos que le estoy relatando, son la expresión palpable de la enfermedad. Así, las aceras, esos caminos con cruces, desvíos, son  dejadas a su suerte por los movedizos y múltiples destinos que proponen, convirtiéndose en el símbolo tangible del abandono del carácter aventurero y experimentador del ser humano a cambio de metas ya previstas de antemano.
 
            No le entretengo más, M. Felton. Analice, si está en su mano, estas percepciones que le propongo, algo revelarán, aunque no sé si mi total desafectación social o el triunfo de la regularización mecánica de la sociedad. Usted dirá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario