jueves, 20 de abril de 2017

LA ZAMBURGUESA ESPAÑOLA

          En un país de tontos subyacentes es lógico aceptar que el más torpe de todos termine llevando las riendas del negocio. El “Chino Cudeiro” español, sin más curriculum para justificar que su tremenda inclinación hacia el lenguaje críptico, más cercano al klingom que al castellano, y repleto de obviedades cuando no de vacío significativo, ha convertido a este todavía país en el gran plató de la nueva versión de Humor Amarillo, ascendiendo al liderazgo desde los barrizales de la corrupción y los lodazales de la descomposición política más abyecta. Los obligados concursantes, ciudadanos de a pie que nunca imaginaron acabar de esta guisa, serán zarandeados y golpeados a mayor gloria del régimen y, en comunión, loarán al líder imperial y, como droga de diseño cutre, volverán a pedir más en la siguiente ocasión, Síndrome de Estocolmo mediante.

            Esta referencia a ese gran y divertido concurso me viene a la mente al ver como, pises donde pises, lo más normal es que termines manchado de podedumbre. En dicho programa había una prueba, llamada en castellano “las zamburguesas”, en la cual los concursantes debían correr saltando al libre albedrío sobre unas pequeñas plataformas dispuestas sin orden, que surgían de un lodazal de agua y barro hasta llegar hasta la otra orilla. Eso, siempre y cuando alguna de ellas no se hundiera, ahí estaba la gracia del asunto, con el correspondiente baño de lodo, que ríete tú de los spas actuales. Pues bien, nuestro Chino Cudeiro, que en aquel programa representaba al tonto del concurso, ha convertido este país en una gran laguna llena de corrupción en la que parece imposible recorrerla sin que, al final, te pegues un gran baño.

            Imaginemos España como el lodazal. Imaginemos cada autonomía como una zamburguesa. Y corramos. Pisaremos primero en Portugal para coger impulso y ¡zas!, se me hunde la zamburguesa andaluza con los eres. Parto esta vez de Francia para iniciar el camino desde otra perspectiva pero, a las primeras de cambio, se me hunde la zamburguesa catalana con el caso Pujol. Salto a la mallorquina y me hundo con el Palma Arena. Salto a la murciana y me hundo con el caso Auditorio. Intento poner un pie en la zamburguesa madrileña y otro en la zamburguesa valenciana y, ahí ya, voy jodido del todo: Gurtel, Púnica,… Si se quiere, se puede hacer una versión de las zamburguesas provincializada, pero esto ya es nivel avanzado.

            Ya no volverán el General Tani, ni el General Takeshi Tano, ni su sobrino Takeshi Kabao, ni Gacela Thomson, ni Yoshiro Sobrasada, ni Pinky Winky, ni Dolores Conichigua, ni tantos otros. En su lugar nos quedan personajes de tercera división de un mal sueño, los Paco Peluca y Pepito Calvicie del entramado político español, y el Monstruo de la Laguna Sucia de Rafael Hernando.

            Mañana es viernes y habrá consejo de ministros o, mejor dicho, la composición de guión de un nuevo capítulo de nuestro particular Humor Amarillo. Otra prueba del Chino Cudeiro español en este Laberinto de Chinotauro que es España. Que nos cojan confesados.

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