En un país de tontos
subyacentes es lógico aceptar que el más torpe de todos termine llevando las
riendas del negocio. El “Chino Cudeiro” español, sin más curriculum para
justificar que su tremenda inclinación hacia el lenguaje críptico, más cercano
al klingom que al castellano, y repleto de obviedades cuando no de vacío
significativo, ha convertido a este todavía país en el gran plató de la nueva
versión de Humor Amarillo, ascendiendo al liderazgo desde los barrizales de la
corrupción y los lodazales de la descomposición política más abyecta. Los obligados
concursantes, ciudadanos de a pie que nunca imaginaron acabar de esta guisa,
serán zarandeados y golpeados a mayor gloria del régimen y, en comunión, loarán
al líder imperial y, como droga de diseño cutre, volverán a pedir más en la
siguiente ocasión, Síndrome de Estocolmo mediante.
Esta referencia a ese gran y divertido
concurso me viene a la mente al ver como, pises donde pises, lo más normal es
que termines manchado de podedumbre. En dicho programa había una prueba,
llamada en castellano “las zamburguesas”, en la cual los concursantes debían
correr saltando al libre albedrío sobre unas pequeñas plataformas dispuestas
sin orden, que surgían de un lodazal de agua y barro hasta llegar hasta la otra
orilla. Eso, siempre y cuando alguna de ellas no se hundiera, ahí estaba la
gracia del asunto, con el correspondiente baño de lodo, que ríete tú de los
spas actuales. Pues bien, nuestro Chino Cudeiro, que en aquel programa
representaba al tonto del concurso, ha convertido este país en una gran laguna
llena de corrupción en la que parece imposible recorrerla sin que, al final, te
pegues un gran baño.
Imaginemos España como el lodazal.
Imaginemos cada autonomía como una zamburguesa. Y corramos. Pisaremos primero
en Portugal para coger impulso y ¡zas!, se me hunde la zamburguesa andaluza con
los eres. Parto esta vez de Francia para iniciar el camino desde otra
perspectiva pero, a las primeras de cambio, se me hunde la zamburguesa catalana
con el caso Pujol. Salto a la mallorquina y me hundo con el Palma Arena. Salto
a la murciana y me hundo con el caso Auditorio. Intento poner un pie en la
zamburguesa madrileña y otro en la zamburguesa valenciana y, ahí ya, voy jodido
del todo: Gurtel, Púnica,… Si se quiere, se puede hacer una versión de las
zamburguesas provincializada, pero esto ya es nivel avanzado.
Ya no volverán el General Tani, ni
el General Takeshi Tano, ni su sobrino Takeshi Kabao, ni Gacela Thomson, ni Yoshiro
Sobrasada, ni Pinky Winky, ni Dolores Conichigua, ni tantos otros. En su lugar
nos quedan personajes de tercera división de un mal sueño, los Paco Peluca y
Pepito Calvicie del entramado político español, y el Monstruo de la Laguna Sucia
de Rafael Hernando.
Mañana es viernes y habrá consejo de ministros o, mejor
dicho, la composición de guión de un nuevo capítulo de nuestro particular Humor
Amarillo. Otra prueba del Chino Cudeiro español en este Laberinto de Chinotauro
que es España. Que nos cojan confesados.
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