Que yo sepa a nadie
se le pone una pistola en la sien para obligarle a ejercer la política en
cualquier de sus manifestaciones administrativas o a ocupar un alto cargo.
Aunque haya multitud de razones por las cuales una persona cualquiera entre en
la vorágine política o pública, podríamos resumirlas en tres: quienes entienden
la política como servicio al resto de ciudadanos, quienes ven en ella la
oportunidad de medrar y conseguir lo que por sus por sus propios méritos serian
incapaces, por ineptos, y quienes, ya en lo alto de la estructura social y
económica, ven en lo público la coyuntura propicia para consolidar sus
privilegios cuando no para incrementarlos. Pero, repito, nadie está obligado y
a nadie se le obliga, es una decisión propia.
Partiendo de esta premisa, su
exposición, la de los políticos, a los medios y a la opinión general crea una
fiscalización de sus actos que va incardinada con su cargo. Sería inconcebible
en una democracia pensar que la actividad de los cargos públicos en general
estuviera dispensada de la crítica, de la opinión o del veredicto del resto de
los ciudadanos, a los cuales, por otra parte, se les sustrae la mayoría de las
veces la totalidad de la información a la que tienen derecho o se les
suministra de forma sesgada o parcial. Por tanto, y así de claro, si algún
político o cargo público no soporta la presión social o de los medios debería
abandonar ese espacio, pero, de lo contrario, debe asumir las consecuencias de
su notoriedad, aunque en algunos casos sean injustas.
La muerte de la senadora del PP,
Rita Barberá, ha puesto de manifiesto toda la hipocresía y el cinismo de una
casta política, aún más entre sus propios compañeros de partido, que, en estas circunstancias,
esputa hacia los otros parte de la culpa de su muerte. Compañeros de partido
que, curiosamente, ya que hablan de humanidad y respeto, fueron marginándola
públicamente con la misma velocidad con la que los jueces iban imputándola en
múltiples tramas de corrupción en la Comunidad Valenciana, algunas de las
cuales enlazaban con la financiación ilegal del PP, o sea, que les podía
salpicar. Es este un fariseísmo de cloaca que ya se está convirtiendo en marca
de la casa del PP, un partido podrido en su estructura que intenta desviar la
atención de lo judicial y centrarla en la parte privada de la persona,
invocando para ello el olvido, lo pasado, pasado está o agua que pasa no mueve
molino. Parece que la muerte nos hace menos malos.
Desviar la atención, con la ayuda de
los mamporreros afines, poniendo en la diana pública la negativa de UP al
homenaje público de la señora Barberá en el Congreso, cargando las tintas sobre
la ausencia de los integrantes de esa formación política de sus escaños. La
memoria es frágil entre las huestes del PP cuando les conviene, como en este
caso, usado de cara a la opinión pública para demostrar al beaterio campante su
fariseo remordimiento, cuando, hace unos años, con la muerte del diputado
Labordeta, la mesa del Congreso se negó a lo mismo que ellos han impuesto, con
la excusa de que nunca se había hecho. O todos o ninguno, pero parece ser que
hasta en la muerte de un político para el PP, PSOE, C’s, etc, existen clases.
Esta hipocresía de tanatorio ha
llevado a la señora Villalobos, diputada del mismo partido que la finada y
aburrida jugadora del Candy Crush en horas de trabajo que todos pagamos, ha
declarar: “la habéis condenado a muerte” dirigiéndose a los medios y a las
redes sociales. Une, torticeramente, la presión mediática por las constantes
imputaciones judiciales de la señora Barberá con su escenario estrictamente
privado, como si el ejercicio de la actividad política llevara aparejada una
Secon Life política con un avatar al que cargar las posibles culpas y su
crítica, sin que, en ningún caso pudiera extrapolarse aquel hecho al ámbito
privado. Señora Villalobos, eso, por si no lo sabe, es imposible, y se paga con
la vida privada el hecho de haber aceptado poner parte de ella en el espacio
público.
Señora Villalobos, presión es esto:
los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), arrojan que un
11% de los núcleos familiares, compuestos por más de cinco millones de personas,
son incapaces de calentarse en los meses más fríos, y un 9,4% tiene retrasos en
los pagos de facturas. Además la Cruz Roja atendió el pasado año 16.887 hogares
para ayudarles en el pago de casi 30.000 facturas de luz, gas y agua a los que
esta organización destinó 4,3 millones de euros y, según la ACA, esto podría
estar detrás de las más de 7.200 muertes prematuras al año, muchas más que las
provocadas por accidentes de tráfico (Fuente: EFE).
En fin, y para terminar, y sin querer
hacer similitudes más allá del propio argumento, pertenecer a La Familia es lo
que trae. Don Vito era un varón temeroso de Dios y católico practicante
relacionado con las altas esferas eclesiales, pero no nos detenemos en lo gran
persona que pudiera ser en su vida privada sino en su más que reprobable e
imputable, por decirlo de alguna forma, vida pública.
Más allá de su relación
personal con la señora Barberá, lo que respeto, no manipule las causas de su
muerte, se le nota demasiado y sus lágrimas de cocodrilo se tiñen de azul.
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