Parece que el estupor
no amaina y la permanente búsqueda de explicaciones que esclarezcan el motivo
por el cual se dieron los resultados electorales del domingo sigue generando
incertidumbre entre los partidos de izquierda y ciertos titubeos a la hora de
encarar un futuro nada halagüeño para el conjunto de la sociedad, incluidos
aquellos que han votado, ellos sabrán por qué, al PP. Nos encontramos más o
menos como en diciembre, sin que ningún partido pueda formar gobierno sin
coaliciones, en algunos casos, contra natura, lo cual induce a pensar que
alguien se debe bajar los pantalones de forma contundente para que esto salga
adelante y no vayamos a votar dentro de unos meses, cosa bastante peligrosa, ya
que si votamos como votamos, sin leer un programa y sin castigar a los
corruptos, imaginen nuestra predisposición después de un verano en el cual lo
más leído será la carta del chiringuito y con las neuronas bajo mínimos
abrasadas por el tórrido sol de nuestra corrompida línea litoral.
Mi estupor personal, la verdad es
que poco ya, este país es así, viene dado porque me cuesta asimilar desde un
punto de vista racional, de razón, para quienes no lo entiendan, porqué los
ciudadanos siguen votando al PP cuando es el partido político con más casos de
corrupción en la historia de la democracia española. Lo de Valencia es
incomprensible salvo que siga corriendo la metanfetamina. Ahora sí, ahora
coincide el mapa de la corrupción con el triunfo electoral del Partido Popular
en casi la totalidad de las mesas electorales. Son como dos hologramas que se
superponen y coinciden a la perfección. Como en la película “La invasión de los
ladrones de cuerpos”, la maquinaria del PP se ha ido introduciendo en las
mentes de los ciudadanos hasta conseguir gobernar su supuesto intelecto,
variando su comportamiento y haciéndoles olvidar las agresiones sufridas en la
anterior legislatura y convirtiéndoles en muertos vivientes políticos ganados
para la causa. De esta forma, todas las medidas adoptadas en contra de los
ciudadanos han quedado sancionadas, para los escasos de vocabulario que busquen
su significado, por los mismos ciudadanos que las están sufriendo, o al menos,
eso creo, aunque agregados los factores, la suma no cuadre. Pueden que se hayan
vuelto masoquistas y les guste el porno político duro o simplemente, que son
gilipollas. Después de esto último no me sigas si no quieres. Me la suda.
Algunas veces creo que es una
cuestión más de estética que de ética. El sentido de la uniformidad, podrido
desde el manual de las buenas costumbres de la dictadura, hace repeler a los
conservadores de las buenas costumbres cualquier modo que se aleje de lo
estéticamente correcto. Políticos sin uniforme, traje y corbata, que no se
corten el pelo o que no se lo corten en forma y gracia de seminaristas salidos,
que no utilicen discursos oficiales aprendidos en manuales para aburrir ovejas,
son vistos como los supuestos usurpadores de los puestos ocupados desde tiempos
inmemoriales por la oficialidad más casposa y con una forma de ver la vida anclada
en el Viejo Régimen.
Tampoco es que la izquierda,
exceptúo el PSOE que ya dio hace tiempo síntomas de metástasis conservadora, lo
haya hecho de Goya. Instalados algunos dirigentes en el mesianismo político y
en el ego trasnochado, fueron vulnerando los principios de solidaridad y
respaldo al interés general dando lugar a que muchos votantes dieran la espalda
al proyecto regenerador. Aunque cabe preguntar a esos no votantes, ¿no era este
el momento de aparcar postureos de socialdemocracia y, si era menester, aliarse
con el diablo para desalojar a los corruptos del poder y posteriormente
establecer los códigos sobre los que asentar las relaciones entre los partidos
coaligados? A veces pienso que algunos viven mejor “en contra”, ya que el
opositor les proporciona los argumentos para poder “ser”, a falta de la solidez
para ser por “sí mismos”. Otros cuatro años para perorar en los bares, en las
redes sociales, proclamando a los cuatro vientos la regresión en las que nos
sume el gobierno conservador de turno. Pues a ver ido a votar, cojones.
La gran paradoja: que la culpa de
todo esto no es de los políticos, no nos engañemos, sino de unos votantes para
los cuales la experiencia previa de gobierno, el cumplimiento de los programas
electorales y la honestidad pública es equiparable a la gran pregunta
taumatúrgica de la formación del universo difundido por una conocida marca de
compresas: “¿a que huelen las nubes?”. En cuanto a los no votantes, su postura
es más parecida a la conquista del jamón en el palo ensebao. Dignidad al
principio de la escalada y comicidad final en la caída. Menos orgullo y menos
prejuicio, la coalición también se fundamentó en la pérdida de la personalidad
histórica del PC. ¡Qué parece que habéis inventado la izquierda!
Repitiendo historia, nuestros jóvenes se marchan en busca
de oportunidades sin que sus padres, a la vista del resultado, se planteen
quienes son los culpables, como en los sesenta se iban nuestros padres sin que
la sociedad se cuestionara el por qué. Y Europa esperando para ajustar otros
diez mil millones de euros. Un brexit a la totalidad de la ética y a la ciencia
de la conducta reflexiva y razonada. Si es que sois unos Pepitos Piscinas,
joder.
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