El sectarismo
político de medio pelo engendra una pésima combinación con la falta de
conocimientos básicos de comportamiento ético y profesional para conducirse por
los entresijos de la política local de cualquier ciudad. La corporación
municipal debería ser el foro en el cual se dilucidaran los asuntos domésticos
locales y las posibles controversias surgidas al albur de los distintos
enfoques que sobre los problemas diarios pueden tener los diferentes grupos políticos
que la conforman. El hecho de no formar parte del equipo de gobierno, o estar
en desacuerdo con él, no significa que se deba abandonar el ejercicio cuerdo de
oposición en el ágora comunal y lanzarse, cual irredento mesías, a la revuelta
callejera de saldo mental, apoyarla o diseminar sus efectos.
Pues bien, parece ser que el miembro
de la oposición municipal del PP, Víctor López de la Parte, no termina de
entender estos conceptos básicos, incluido el hecho de que él mismo y su
partido, aún en la oposición, son garantes de la normalidad y de salvaguardar
el bien común de todos y que, se le olvida a menudo, todos pagamos con nuestros
impuestos. En lugar de actuar conforme a estos parámetros, se convirtió en la
jornada del día 28 de junio en el vocero, junto con algún medio periodístico
digital afín basado en el pasado carpetovetónico, del descontento ególatra y
vanidoso de unos cuantos jóvenes insatisfechos con el gusto festivo general y
con la imposibilidad de imponer sus caprichos y su concepción del mundo, ejerciendo
de mitinero en las redes sociales al más puro estilo populista y fanático y
convirtiéndose en un revolucionario de terciopelo, en un antisistema de blazer
y polo de Lacoste.
En lugar de intentar reconducir la
situación hablando con los supuestos caudillos teletubbies de la revuelta o
poniéndolo en conocimiento de algún miembro del equipo de gobierno, se inhibió
de su condición de concejal intentando extender el resultado de las elecciones
generales del domingo anterior al hecho local del resentimiento intolerante de
unos pocos que, por supuesto, no representan al colectivo al que dicen
pertenecer. El infumable autonombrado presidente de la autonombrada comisión de
peñas, órgano creado “ad hoc” por el anterior equipo de gobierno del PP al cual
pertenecía el concejal de la Parte, intentó crear una asonada civil y
arrabalera partidista en un momento crítico de las fiestas, con las calles
repletas de gente, que podría haber tenido más consecuencias de las habidas
ante la mezcla de intereses personales inmersos en la protesta: unos,
yihadistas de la misma, otros, fiesteros irredentos que se la sudaba en grado
superior el motivo de la misma y otros muchos que asistieron a la cencerrada
estúpida llamados, hacía ya rato, por el dios Baco, o sea, borrachos. El hashtag
creado para la ocasión, #SPsomosnosotros, denota el autoritarismo societario de
los integrantes del supuesto movimiento secesionista jaranero, en consonancia,
como herederos que son, de aquellos tremendismos del calibre de “la calle es
mía” o “el estado soy yo”.
El resultado de tanto retraso mental
acumulado fue el vandalismo propio de estas concentraciones con rotura de
mobiliario urbano, tan denostadas por el mundo pepero en otros feudos, con graves
insultos al alcalde electo. Cabe señalar, curiosamente, que al día siguiente,
día grande de las fiestas, esa misma comisión de peñas de los cojones, programó
otra concentración en la Plaza Mayor para duplicar la misma protesta anterior,
a la que no acudió nadie ante la negativa a más manipulación por parte de los
integrantes de las peñas, hartos del esperpento, con lo cual los supuestos
cabecillas quedaron retratados para la posteridad, con marco de cretina
púrpura, tanto avejentado mental zamorano de la noche anterior, incluido Don de
la Parte.
Y todo esto por una prohibición
normal de no poder introducir los carros de bebida en la plaza ante el gentío
que había y de un concierto, el del grupo La Raiz, calificado por los sesudos
analistas musicales del PP y de la autoproclamada comisión de peñas de
partidista y cercano a las posiciones de izquierda. Precisamente, un grupo de
moda entre todo tipo de jóvenes, excepto los maripuris de confesionario, que
vinieron de diferentes puntos de la geografía española a presenciarlo, y que ha
girado por toda España, incluidos ayuntamientos gobernados por la derecha.
Pero, claro, es lo que pasa cuando solamente se escuchan Los Cuarenta
Celestiales en Radio María, que te desconectas y crees ver demonios musicales
por las esquinas.
En fin, que lo que ha quedado demostrado con todo este
sainete estúpido de tanto tonto involucrado es que el nivel educativo musical
del que hacen gala está a la altura del reconstruido himen de su gran gurú
sonoro: Leticia Sabater. Pues allá ellos y la virginidad de quita y pon.
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