Parece ser que mi
cuerpo no pudo aguantar más y se negó a padecer otra puta campaña electoral sin
vengarse, así que después de meses de invierno suaves y acatarrales, cayó sobre
mí la madre de todos los gripazos, bueno, la madre, el padre, el cuñado, el
abuelo y, en definitiva, toda su vengativa y mocosa familia viral. Así que de
esta guisa, como forma de autoengaño y camuflaje, y enajenada la mente por el recurrente
cóctel de comprimidos y jarabes antitusivos, intentaba mi ser pasar
desapercibido ante la masiva avalancha de noticias que se iba a producir,
trufadas como siempre por una innumerable y constante ristra de promesas hechas
por los mismos políticos incapaces de ponerse de acuerdo hacía unos meses atrás.
Comprendí a mi cuerpo. Intentaba sumergirme en el marasmo de la irrealidad
penicilínica, construir una suerte de burbuja mucolítica en la cual mi cuerpo,
como en el vientre materno, flotara en un pegajoso líquido amniótico hasta que,
supuestamente, finalizara el nuevo calvario. Estoy de acuerdo en que es una
forma de ver el proceso gripal, digamos que, un poco paranoica, pero creo que es
debido a que todavía no he conseguido expulsar de mi organismo los últimos
restos de la farmacopea ingerida y que estos aún vagan por mis conexiones
neuronales debilitándolas más y más.
Sin embargo, es imposible
abstraerse, ni siquiera con esta suerte de ruleta rusa bacteriana, de la
inmediatez de las nuevas elecciones y de las viejos discursos que utilizan
algunos políticos en pos de un triunfo electoral, suyo, no nuestro, que hará
que todo siga como ayer. Claro que, si ahora me sale un verso del Dúo Dinámico,
es que me he fumado la tisana de hierbas medicinales. No hay remedio para esta
alma descaminada. Entre tos y tos llegan, cada poco, nuevos sondeos que
barruntan un escenario cercano al pasado en diciembre. Por la derecha, un
Partido Popular que sigue arrastrando votos de un gran número de miembros de la
clase obrera, seguramente infectados del paternalista sindicato vertical de la
dictadura, que todavía sueñan con unicornios en forma de empresarios que les
den trabajo seguro y estabilidad económica. Quimeras de ignorancia de clase,
sueños de grandeza y de no haberse estudiado bien el manual del capitalismo y
el libremercado. Por otra parte, ciertamente, sacarían un sobresaliente en la
asignatura de religión y en las prácticas de resignación y conformismo. El resto
de trabajadores que votan a C’s, definitivamente están fumados.
Claro que parte de la ¿supuesta? izquierda,
en concreto el PSOE, no está nada mejor.
Partido destinado a que alguien lo dinamite conceptualmente, se debate entre su
amor al poder, querencia del spanish way of life de los ochenta, y la carencia
de discursos nítidos y creíbles para arrastrar a una parte del electorado de
izquierdas que ya les vio definitivamente la matrícula en las pasadas
elecciones y su posterior negociación para formar gobierno. Atrincherados en
viejos alegatos, la famosa pinza, que hacen enrojecer de vergüenza al elector
medianamente cuerdo. La célebre pinza felipista que nadie más supo ver menos él
y, claro está, los sociópatas de su partido y de la cual nada más se supo hasta
este momento en que se recupera a falta de argumentos más sólidos. En cualquier
caso, si pasan a tercera fuerza política en el mapa nacional, pueden
preguntarle a su gurú ochentero como se sale de ella, quizás por alguna puerta
giratoria.
Pues bien, ahora que va flojeando
por fin el proceso vírico, aunque relevado en parte por una sinusitis que va
horadando poco a poco mi cerebro, y con una tos resistente con flemas que me
hace delirar a veces que, en realidad, me voy vaciando por dentro y que, cuando
ya no quede ningún órgano por licuar y expulsar, caeré muerto con solamente mi
exoesqueleto, me doy cuenta de una cosa terrible: que vote a quien vote, Unidos
Podemos, lo que haré, a la Liga Fantástica de la Izquierda o a los Guardianes
Rojos del Universo, mi voto irá a parar, como siempre, a la derecha rancia y
añeja de esta ciudad al oeste del oeste, por mor de una hija de puta Ley D’hont
que nadie es capaz de dejar sin efecto, por mor de unas circunscripciones
provinciales que suplantan la verdadera proporcionalidad de la verdadera
circunscripción nacional y por unas listas cerradas “gracias” a las cuales no
votas candidatos sino partidos y, por lo tanto, da igual que quien esté en
ellas sea una acémila, que te lo tienes que comer con patatas. Por cierto,
tengo hambre.
Qué asco de vida, joder.
PD: si alguien conoce al publicista del fármaco que
asegura que cuando te lo tomas aparecen el arco iris, unicornios de colores y
la energía te rebosa para jugar con los niños, hacer deporte, etc, que me dé su
dirección. Quiero explicarle, ¡muy, pero que muy vehementemente!, como es la
realidad de las cosas!
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