Una de las voces del
libro “El fin del Homo Sovieticus”, de la premio Nobel de Literatura, Svetlana
Alexiévich, dice: “Los rusos necesitan la libertad igual que un mono unas gafas”.
En la entrevista del Magazine del 13 de diciembre, Alexiévich profundiza en esa
afirmación aseverando, desde su punto de vista, que por la propia naturaleza
rusa nunca se va a poder instaurar una democracia real y libre: “Algo llevamos
en los genes: Pedro el Grande, Stalin…mientras que Alejandro II el Libertador,
que abolió la esclavitud y dio libertad a Rusia, fue asesinado. Y a Gorbachov
lo echamos. Los checos buscaron un Václav Havel, pero nosotros nunca dimos
protagonismo a Sájarov, nosotros queríamos un padre autoritario”.
A veces creo que en los países
democráticos, pero que han sufrido dictaduras largas, de amplio espectro, se
modifica el ADN humano hasta el punto que involucionan social y políticamente,
que incorporan a la naturaleza de sus habitantes, como una especie de síndrome de
Estocolmo, el papel de dependientes, de menores de edad eterna, que dejan en
manos de sus autoproclamados tutores, las decisiones que van a conformar su
destino, convencidos de que “ellos” son más listos, más capaces, más
competentes que nosotros. Padres de la patria que simbolizan nuestro fracaso,
nuestra negación para tomar las riendas
de nuestro destino y asumir la responsabilidad que todo esto conlleva.
Este país, ejemplo de todo lo dicho,
es como ese cliente adicto al sado, que cada cuatro años acude a sacudirse el
complejo de culpa, a renegar de sus obligaciones aduciendo su papel de esclavo.
No conoce otra cosa, o si la conoce, le da miedo. Tomar decisiones es
traumático, genera incomodidad, mejor dejarlo en otras manos, esas que, una vez
te utilizan, serán las que te echen a la calle hasta una nueva visita. No estás
cómodo, te sangra la espalda, estás lleno de escupitajos, a cuatro patas
imploras más castigo, pero ¡azótame otra vez, mater misericordia!, que yo
conservaré el espíritu de la raza, nuestra estirpe de hijosdalgo, conservaré y
conservaré por ti hasta el final de mis días.
Nos contaron tantas veces que éramos
los descendientes del Imperio en el que nunca se ponía el sol, luego que éramos
europeos de primera, que nos lo acabamos creyendo. En este país nadie es un
trabajador, un asalariado, todos somos clase media o empresarios de estirpe.
Intentamos conservar ese sueño con todas nuestras fuerzas no siendo que al
despertar nos demos cuenta de que hemos vivido una mentira, la verdad de otros.
Devoramos esa quimera como los niños engullen las golosinas, con devoción, con
patetismo, casi hasta la nausea. Obsesionamos la vida que nos venden y actuamos
en consecuencia. Intentamos participar del pastel sin caer en la cuenta de que
no somos bienvenidos, que solamente nos dejan asomar las narices cada cuatro
años, echándonos las migajas y regalándonos el oído con frases del tipo: “sin
ti esto no sería posible”. Y seguimos creyendo en el cuento.
Pero debemos afrontar el hecho de
que nuestros actos tienen consecuencias y que debemos conocer la magnitud de
nuestras acciones y como afrontarlas. Reflexionar y valorar antes de actuar, en
definitiva, ejercer la responsabilidad de forma ética para con nosotros y los
demás. Al votar estamos, en primer lugar, si votamos al partido gobernante,
dando carta de naturaleza a lo hecho en los cuatro años anteriores, sea bueno o
malo. No podemos esperar abrazos del Ama cuando nos ha estado dando latigazos,
así no funciona esto. Si aceptamos insultos nos obsequiarán con más de lo
mismo. No se puede votar en función de unas caras, de unos brindis al sol en
debates populistas, sino en función de los programas, del grado de ejecución de
los anteriores, de los proyectos, etc.
¿Alguien
es su sano juicio cree de veras en que el partido del gobierno, de derechas,
por si no lo sabíais, que introdujo la reforma laboral más tóxica para los trabajadores
va a dar marcha atrás por volver a salir en las urnas? ¿Qué va a dar marcha
atrás en la Ley de Educación? ¿Qué va a dar prioridad a la sanidad pública?
¿Qué va a exigir a los bancos que devuelva los fondos del rescate? ¿Qué va a devolver
el dinero sustraído del fondo del pensiones cuando su objetivo es la
privatización de las mismas?... Después del mayor expolio en derechos sociales
y económicos de la democracia, todavía le otorgáis 123 escaños al Partido
Popular, a los que hay que sumar los 40 escaños del partido gemelo, Ciudadanos.
Y sin embargo les seguís votando.
Vosotros, esa inocentemente autoproclamada clase media, pero que no llega,
apenas, a fin de mes, vestidos con la bisutería barata de los contratos basura,
que aceptáis como mal menor, sin pararos a pensar en quién engendró este
entramado de engaños y sin pensar en que existen otras opciones, difíciles de
conseguir, pero factibles. Si algo ha quedado claro con estas elecciones
generales es que la culpa ha cambiado de bando. No se puede culpabilizar
siempre a los mismos, los políticos, a fin de cuentas, ellos hacen su trabajo
de políticos, sino que los verdaderos culpables son los ciudadanos que los
votan, haciendo del voto un ejercicio de dejadez, apatía, pereza y desidia que
se vuelve contra nosotros más pronto que tarde. Aunque cuando llega el caso,
curiosamente, nadie es culpable, nadie los votó. Deberíais leer Ensayo sobre la
ceguera, de José Saramago.
Pero, ahora, ya no te puedes esconder: la culpa será tuya…y
lo sabes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario