En plena campaña
electoral, convendría reflexionar un poco sobre la forma en que cada ciudadano
decanta su voto hacia un partido u otro. Estamos acostumbrados a oír la acomodada
letanía del yo voto a mi partido porque representa lo que yo pienso, primer error,
el partido no es suyo sino de unas elites que lo manipulan a su antojo con sus
listas cerradas, sin caer en la cuenta de que hace ya mucho tiempo que los
intereses de ese partido son otros, que simplemente compone cada cuatro años
una serie de idearios genéricos destinados a conformar a la masa, los cuales
son simplemente la red en la que caemos con demasiada frecuencia.
Sería necesario repasar lo ocurrido
durante los últimos cuatro años de legislatura para cerciorarnos de si lo
prometido e incluido en su programa electoral en aquel inicio se ha llevado a
cabo por quien, ahora, nos pide el voto con los mismos argumentos ya caducos. Enumerar
los candidatos propuestos y observar si son los mismos que nos vendieron el
fracaso actual y molestarse en indagar cual ha sido su actividad parlamentaria,
estatal o autonómica, o municipal, para estar seguros de que no volvemos a
votar a quienes no son más que un bluf verborreico, parásitos de lo público,
políticos profesionales en busca de la pensión garantizada, que atienden con
mayor energía a las directrices de su partido que a las exigencias de los
ciudadanos que les han votado, disyuntiva que ellos siempre resuelven, ¡cómo
no!, a favor de favores.
En la actual campaña electoral el
ciudadano tendrá la ocasión de darle una patada en el culo a quienes durante
cuatro años han mentido a la ciudadanía con la soberbia de quienes saben que
volverán a ser votados, aunque las encuestas nos digan que parece ser que no,
que no habrá patada en el culo al Partido Popular. Se juega la partida electoral
en los límites de la indecisión sin importar el resultado final, como si fuera ese
partido que se juega sin ganas, por obligación, para el tercer o cuarto puesto
de cualquier torneo. Parece ser, en consonancia con nuestra ancestral vocación
para votar sin mirar que votamos, que el oropel, la pompa y el boato sin brillo
de un nuevo partido de la derecha, que representa lo que no es, pero que así se
hacen llamar, Ciudadanos, emerge con la fuerza de la ignorancia del votante que
desconoce, por no ejercer su obligación, ¡sí!, obligación y deber de ciudadano,
su origen, sus verdaderos intereses, a quien representa realmente.
Todo esto, unido por el otro lado
del espectro electoral al surgimiento del partido representante del lado oscuro
de la soberbia, hace que en esta ocasión sea todavía más importante ejercer el
voto con honestidad, con ética, olvidándonos de la tradicional impostura de
darle más importancia al hecho de votar, en los setenta estaba bien, volvíamos
a tener democracia después de cuarenta años de barbarie totalitaria, que a lo
que se vota. Con todo lo realizado durante estos últimos años por el partido en
el gobierno, su programa continuista y el verdadero alcance de las intenciones
del partido naranja, su Mini Yo más radical, cosa que parecía imposible, ningún
trabajador, ningún inmigrante, ningún pensionista, ningún parado, etc, debería
votar, por conciencia, a cualquier de estas dos agrupaciones. Pero si, a modo
de ejemplo, en las elecciones autonómicas a Castilla y León, ganó el P.P.,
cuando más de cuarenta y cinco mil jóvenes han tenido que emigrar durante estos
años, es que ni a esos jóvenes le importa el hecho en sí, ni a sus padres
tampoco, por mucha pose que pongan en las barras de los bares despotricando contra
todo lo que se mueve, aunque voten siempre lo mismo. ¿No es hora de que os mováis
y no os quejéis?
Sin embargo, a día de hoy, lo que
reflejan las encuestas es que vamos a dar carta de naturaleza a todas las
medidas tomadas en contra de la sociedad durante este último cuatrienio. Que
los trabajadores se van a olvidar de la desregulación del mercado laboral
implantada a gusto de empresario, volviendo a los trabajados precarios, mal
pagados y sin derechos. Que los parados se van a olvidar de quien ha reducido a
la nada las prestaciones por desempleo. Que los pensionistas presentes y
futuros se van a olvidar de quien ha estado metiendo la mano en la Caja de las
Pensiones hasta dejarla exhausta, como principio del la privatización de las
mismas. Que los inmigrantes se van a olvidar de las mandolinas, de las
devoluciones en caliente… Que todos nos vamos a olvidar del paso atrás que
hemos sufrido en materia de derechos sociales, laborales, judiciales, en
educación, en sanidad, etc.
Para terminar, lo que ha provocado
esta entrada: el señor Martínez-Maíllo Toribio, declara en portada del La Opinión
de Zamora, que el hecho de votar al Senado a la candidata Clara San Damián,
ambos del P.P. será beneficioso para Zamora, ya que el señor Guarido no pasa
del Alto de los Curas. Una matización, señor candidato: el alcalde de Zamora no
pasa del Alto de los Curas porque lo hemos elegido para regir esta ciudad, no
cuidar cualquier interés distinto que, según parece, usted debe tener para no
pisar el pueblo por el que usted ha sido elegido para el mismo cargo: Casaseca
de las Chanas. Por otra parte, será más beneficioso para Zamora el que la
candidata San Damián ejerza, de una vez por todas, su cargo de jefa de la
oposición municipal, cargo al que parece hacerle ascos, dando la impresión de
que entiende que está llamada a más altas misiones.
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