A veces me cuesta
imaginar, y no ha pasado tanto tiempo, apenas unos meses, lo perfecto que fue
todo entre los dos. Cada actuación, ese acto aceptado de forma voluntaria y,
por ello, obligatorio desde el punto de vista ético y personal, desencadenaba
el torbellino propio de lo desacostumbrado durante el resto del año generando
por si misma una cascada de acontecimientos torrenciales, desencadenados; preparándonos
con la acostumbrada meticulosidad, casi milimétrica, ordenada, como si
cualquier atisbo de anarquía y caos en el orden habitual fueran a traer
insospechadas consecuencias a la hora de la representación. Desde entonces, la
nada.
Durante todo este tiempo pasado en
la trágica agonía camino de mi silencio, han ido aflorando como lágrimas repletas
de recuerdos, los distintos aromas y olores que se fueron pegando a mí mientras
me portabas en aquel tiempo atávico y orgulloso, construyendo casi sin querer
el mapa irreal de lo que ahora parece ser simplemente un sueño. Tierras y personajes
que empaparon la urdimbre de la que estoy hecho, de la que estás hecho, sin que
una y otra puedan entenderse por separado como si fueran unidades de medida
extrañas una de la otra. Destinos, cercanos y lejanos, que hubieran tejido la
capa que cobijara estos dos mundos hasta
el día, entonces pensábamos que lejano, de decir adiós.
Meses esperando una respuesta que,
ahora lo entiendo, no tenías, pero que tú también esperabas. Allí, postrado en
la cama de la habitación del fondo, como un enfermo más en el dolorido hospital
de la omisión, hemos conversado sin palabras cada vez que entrabas, con la
mirada, escudriñando cada matiz, intentando averiguar en cada gesto la posibilidad
de una solución menos traumática, menos agresiva, menos tajante, de la que me
ha llevado hasta aquí, hasta este vertical féretro donde se recogen las migajas
del pasado, reducidas a la simple visión conceptual y museística de lo que fue
y ya no es posible que sea nunca más. Quizás un lugar menos vulgar, menos
prosaico, más acorde con mi pasado al servicio del movimiento circular,
monótono y repetitivo del juglar, que el simple abandono entre las vestimentas
domésticas amontonadas al desdén de su vida miserable, pero mortuorio al fin.
Reconozco que los nuevos tiempos no
auguraban nada bueno para mí. Al fin y al cabo el espectáculo avanza y en él se
van introduciendo, casi sin querer, nuevos formatos en los que ya no tengo
cabida, reduciendo mi papel a mísero disfraz, reliquia fuera del contexto ortodoxo
del que nací. Pero ahora estoy seguro de que ya no habrá vuelta atrás. Que esta
segunda piel que he sido para ti durante años se ha desprendido por completo y,
cual muda de serpiente, quedaré varada entre las espinas de los arbustos que ocultaron y envenenaron el
camino haciendo que huyéramos campo a través en busca de la dirección correcta.
Desconozco cuál ha sido el resorte
postrero que ha hecho que por fin te decidieras a poner fin a mi calvario.
Seguramente no habrá sido nada baladí, pero en ti es difícil sospechar el por
qué de las cosas cuando una leve brisa puede desencadenar una tempestad. Quizás
el olvido asimétrico, el desinterés mutuo entre los intereses contrapuestos, el
orgullo sutil del conocimiento… O la visión prostituida de una versión
sustituta de algo tan querido para ti. O nada, simplemente el extrañamiento de
un mundo en el cual ya no te reconoces.
Pero de cualquier forma, no olvides, que allí al fondo,
al final de la escapada, descanso.
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