A
veces dudo de si estoy hecho más de ausencias que de presencias. Ahora, en este
día que se supone de celebración, que como un caballo desbocado me pasan los
años por encima sin poder apartarme a un lado, como corresponde al inexorable
paso del tiempo, van surgiendo de la profundidad de la memoria los recuerdos
nunca idos, solamente dormidos, que discretamente dejaron que viviera sin
querer molestar, animándome a apurar y exprimir unos años más antes de ocupar
su lugar, una vez asumidos, ahora ya con el poco peso de los años que me quedan
por vivir.
Porque
acaso la vida no sea más que una prolongada ausencia que empezamos a vivir
desde el momento en que nacemos y las pérdidas que sufrimos a lo largo de ese
tiempo solamente sean la manifestación esporádica de la nuestra propia. Un
viaje al arbitrio de un guión que creemos escribir y que, sin embargo, nos
sumerge en una montaña rusa de emociones que, como el placebo, anestesian el
dolor y la consciencia del paso del tiempo. Un largo recorrido preguntándonos
dónde estará la meta, el final que sabemos que tarde o temprano llegará.
Y
entre todas las ausencias, la tuya. No la más temprana, pero si la más
inesperada. E injusta, si se puede tachar de injusticia lo que no controlamos a
pesar de la ingeniería religiosa de la que nos hemos disfrazado para
protegernos del dolor. A lo largo de todos estos años de acompañamiento
silencioso, la mitad de mi vida, he ido asumiendo la llegada de este día, el
que ya casi nos iguala por el tiempo vivido. Y lo acepto como una de las
primeras metas a cruzar a partir de la cual ya correré solo porque solamente yo
lo viviré. A ti no te dejaron.
Y
no sé porque se me viene a la memoria El Hijo del Alba, aquel disco de Bloque,
que fue el primer disco que me dejaste poner en el coche, tú que eras más de
copla y de flamenco. Fue como si comprendiésemos de pronto que las dos formas
de concebir el mundo que teníamos cabían en un mismo modelo. Y así comenzamos
los dos a hacernos cómplices. Muchas cosas han sucedido desde entonces hasta
llegar hasta este momento. Hemos subido y bajado la montaña rusa de la que te
hablaba demasiadas veces sin saber por qué y para qué. Pero así hemos sido
escritos como personajes en esta, a veces, comedia bufa que es la vida.
Y no queda más remedio que
celebrar. Pero lo haré también con la memoria de la tristeza cada vez que nos
embargue la alegría. Las dos caras de la misma moneda en este juego de chapas
donde el azar es ese cabronazo que nos zarandea sin piedad. Estoy seguro que
con los años te hubiera gustado también Pink Floyd, así que, ahora que cumplo
cincuenta años…. Ojala estuvieras aquí.
Ojalá. Nunca una ausencia tan presente siempre, en cada minuto vivido, acompañándome siempre. Gracias por escribirlo de este modo.
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