martes, 21 de enero de 2014

¿PARA QUÉ NOS SIRVE EL FISCAL GENERAL DEL ESTADO?


          No por cotidiano resulta menos doloroso hojear los periódicos por la mañana y desayunarse un día sí y otro también con la miserable actitud de confrontación contra los ciudadanos de este país de un gobierno empeñado en demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor. En los periódicos se acumulan cada día decenas de noticias que ponen de relieve el grado de agresividad gubernamental en su ataque feroz al estado del bienestar y al consiguiente despojamiento de cualquier derecho reconocido a las clases más desfavorecidas. Desahucios y detenciones se convierten en el pan de cada día junto con innumerables casos de corrupción, recortes continuos en sanidad, educación, libertad de expresión, etc.
            Pero esta mañana, una noticia publicada en El País me ha llamado la atención, bien es verdad que ya era algo que se estaba sedimentando desde hacía tiempo y sobre lo que habría que hablar o escribir algún día, también por la identidad del personaje. Me refiero al Fiscal General del Estado, el señor Torres-Dulce, sí, aunque parezca mentira, el mismo personaje que destilaba sensatez y ecuanimidad en aquella tertulia de cine dirigida por José Luis Garci: ¡Qué grande es el cine!
            Dicha noticia se titulaba de esta forma: “Los fiscales del Constitucional truncan la injerencia de Torres-Dulce”. Hacía referencia a la presión ejercida por este señor en un caso que hubiera supuesto, posiblemente, que el T.C. hubiera sentado jurisprudencia en casos de Memoria Histórica. Ya es de todos sabido la aversión que tiene el gobierno del partido popular a este acto de justicia para aquellos que perdieron a algún familiar durante la Guerra Civil española.  
            Si por algo se ha caracterizado el ministerio fiscal a lo largo de estos dos años de gobierno popular es en el ahondamiento del desprestigio que dicho ministerio está acumulando ante los ojos de todos los ciudadanos y, sobre todo, ante juristas de prestigio. Su continua obstaculización del trabajo de los jueces en los importantes casos de corrupción, tanto política como económica, que salpican este país es ya una marca de la casa, convirtiéndose de hecho en el brazo legal del gobierno y no en el garante de los derechos de los habitantes.
            Esta figura recogida en la Constitución Española en su artículo 124º, siempre ha levantado recelos al ser un nombramiento del gobierno de turno, haciendo sospechar de su verdadera independencia, oído el Consejo General del Poder Judicial, órgano éste que se nutre de jueces propuestos por los partidos políticos. Todo este galimatías jurídico hace pensar que la separación de poderes está muy lejos de ser una realidad democrática. En el citado artículo 124º de la C.E. se dice: “El Ministerio Fiscal, sin perjuicio de las funciones encomendadas a otros órganos, tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante éstos la satisfacción del interés social”.
            Una vez visto y oído los casos en los que ha intervenido el F.G.E. y sus fiscales en las CC.AA., uno duda mucho si lo que se defiende es la legalidad o la legalidad interesada del gobierno y sus protegidos, los derechos de los ciudadanos o los derechos particulares del gobierno y sus protegidos o el interés público tutelado por ley o, por el contrario, la manipulación de la ley en beneficio del gobierno o sus protegidos.
            Una figura, la del F.G.E., que dudo mucho que pueda recuperarse una vez pasada esta legislatura y a la que solamente querrán acceder aquellos a los que no les importe que se les identifique con ser una mera correa de transmisión del gobierno.

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