Te cuesta. Sabes que
hoy es martes y mañana es el día señalado por el hábito cotidiano para que
publiques otra entrada en tu blog, pero te cuesta arrancar. Te sientas ante la
pantalla del ordenador con el documento de word en blanco y no sabes de que
hablar. En realidad si lo sabes, pero no terminas de encontrar el sentido justo
a la intención y la estructura correcta a la forma. La realidad te ofrece
innumerables temas de opinión para poder juntar unas pocas palabras, pero si
está todo dicho y opinado, para que proseguir. Nada de esto te importaba antes,
sin embargo en este momento reflexionas sobre la utilidad de una opinión, la
tuya, perdida entre los millones de opiniones vertidas cada día en los millones
de blogs, que como el tuyo, son ignorados por el potencial público al que un
día decidiste intentar llegar en una pirueta vanidosa propia de tu desconexión
con la realidad. La palabra pensada y el razonamiento más o menos extenso se
quedan caducos ante la velocidad de reacción de las actualizaciones de estado
de las redes sociales.
Además, ¿quién eres tú, salvo un
triste y anónimo opinador, ante los verdaderos profesionales? Ya ni siquiera te
queda el comodín de la derrota, tan desgastado por el uso, ni el de la
ausencia, por fin atemperada. Sin embargo, te empeñas en seguir escribiendo
para no incumplir el contrato que firmaste contigo mismo, aquel que te obliga
moralmente a escribir una vez por semana. Ahora lo comprendes y por fin aceptas
que ese contrato no es más que en un pacto con el diablo, con tu diablo, al que
le vendiste tu tiempo con la esperanza de que la musa acudiera semanalmente a
tu consuelo. Sin embargo, nada te impide finalizar, no el blog, sino su esclava
escritura semanal, esa que hace que se te revuelvan las tripas cuando se acerca
el día y no tienes nada que llevarte al teclado, como ahora te está pasando.
Liberarte y, al contrario de lo que crees, hacer feliz a un mayor número de
gente por la inactividad nueva que por la escritura antigua.
Has dejado ya muchas cosas atrás y
esta queda pendiente, solamente hay que dar el paso de la voluntad y no tener
miedo al olvido. Solamente volver cuando haya algo que decir, importante o no,
pero que posea la suficiencia de las cosas que merecen la pena. Pero, ¿tienes
valor? Yo te contesto: “no”. Y reflejando la duda de tu continuidad estás
formalizando por la fuerza otra opinión más que terminará publicada. Ni
siquiera sabes si tiene sentido o es un contrasentido, aunque refleja la
certeza del fracaso de tu intento por conectar a través de tus escritos. En
realidad, eres consciente de que la mayoría de los blogs, iguales o parecidos
al tuyo, no son más que las tumbas personales de un anhelo, el de escribir,
resultado del atrevimiento injustificado, pero posible, ante la inmensa ventana
virtual que se abrió con la red en la que participas.
Tal vez esperabas respuestas, pero
con cada paso que dabas, con cada escrito que realizabas solamente surgían
preguntas. Y estallaste en una vorágine de angustias vitales: ¿llegará lo que
pienso?, ¿a cuantas personas?, ¿manifestarán su reacción?… En cualquier caso,
puede que sí, que ahora sea el momento de parar, de que vuelvas a focalizar los
objetivos dispersos y difusos con el paso del tiempo, de tu tiempo. Que no te
importe la duración del descanso, en estos momentos no eres más que un
resultado perdido entre el millón novecientos mil quinientos treinta y siete que
fueron visualizados por google ante la pregunta “voy a tener suerte” de la
última persona que tecleo tu destino en busca del suyo.
Navegas por la red y existen
noticias de que hablar, pero eso será la semana que viene, o la siguiente, o
tal vez…nunca.
Tranquilo hombre que si tienes seguidores y lo sabes, lo que pasa es que en el fondo te gusta que te lean y seguro que tienes el gudanillo y nervios ante la opinión de la gente. Eso es el ego..... Aunque te gustaría que opinasen especialmente quienes tú esperas.... No mindundis de pacotilla entre los que me incluyo.
ResponderEliminarUn beso.
Hace tiempo que comprendí que solamente se puede ser seguidor de uno mismo y aún eso puede traicionarte. El ego ya quedó atrás, magullado después del último combate, sonado y perdido. Existe un error en el planteamiento del comentario: no habla de a quién van las entradas, sino de quién las origina.
Eliminar¿Cuantas semillas necesita dispersar una planta para conserguir que una germine? Se tienen que dar unas condiciones extraordinarias para que la planta consiga porstergar su linaje. No obstante, las pocas que consigan florecer, siempre serán hermosas.
ResponderEliminarNo se puede germinar en el desierto y, además, con poco pan no se come. Aunque solamente por una flor merezca la pena la belleza, ésta tiene que ver más con los ojos que la miran, subjetivos, que con sus atributos objetivos. Cuando el observador está agotado, sin ideas, sin caminos para dar forma a lo poco que le surge, es casi imposible encontrar el destino.
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