A nadie le extraña ya
que España, o el estado español, según el grado de periferia que a cada cual le
corresponda, es un país donde el juego y el azar se han convertido un tándem
básico en la vida cotidiana de sus ciudadanos. La única esperanza de que algún
día podamos saborear las mieles de la abundancia y vivir sin las preocupaciones
inherentes a las clases media y baja, una vez comprobado que con los sueldos
que se cobran, quién lo cobra, no vamos a llegar a tiempo. Un mercado de
futuros para pobres que intenta emular, como un vulgar Monopoly para esas frías
tardes de invierno en familia o como fin de fiesta etílico después de una cena
con los amigos, a aquél en el que juegan los verdaderos responsables de las
finanzas y economías mundiales. Tozudas inversiones semanales que en un noventa
y nueve por ciento van al balance de pérdidas. El estado convertido en una gran
banca de casino invitándote a que dejemos en sus arcas el poco remanente que
nos queda.
Al igual que cualquier club de
carretera nos intenta seducir con sus brillantes luces de neón a que gocemos de
los placeres de la carne por un precio, no lo pongo porque no lo sé, al igual
que vosotros, el estado y las empresas autorizadas para el juego nos martillean
con seductoras campañas publicitarias en las que nos instan a jugar con la
esperanza de que en algún momento puedes ser tú el afortunado. Al final, es ese
mismo estado el que se queda con la mayor parte del dinero, que se supone que
va a parar a la financiación del estado del bienestar. O sea, a ese estado
gaseoso en el que se convierte el dinero que se recauda para esos fines.
Actualmente, con el agravante de que si te toca un premio el estado se queda
con un veinte por ciento del mismo, en una nueva versión de la bolsa o la vida
del bandido fendetestas, de la película de José Luis Cuerda, El bosque animado,
pero ahora en versión gubernamental.
Las clases de juego son
innumerables. Una relación somera incluiría la lotería nacional, quiniela,
quinigol, lotería primitiva, gordo de la primitiva, bono-loto, euromillones,
lototurf, quíntuple plus, cupón diario, cuponazo, súper cupón, extraordinario,
combo, lotería instantánea, rasca plus; además de casinos, bingos, salones
recreativos, máquinas tragaperras en bares, etc, etc. Si cada día le tocara a
un español y este fuera distinto, en
esta simulación no entra Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón, en
unos años todos seríamos ricos y la crisis estaría superada. Pero no, es
curioso como seguimos jugando y nada, no toca. Os propongo un reto: ¿alguien
puede decir a bote pronto diez personas de su entorno a las que le haya tocado
el cupón de la Once? Personalmente creo que no le toca a nadie y así se lo he
dicho a mi vendedor, que me da números que no están en el bombo, porque no
puede ser que si me da un diez mil salga un cincuenta mil y si le pido un
cincuenta mil salga un diez mil. Es que no se acerca ni a veinte mil números
del que sale. Si hubiera un premio a la mayor distancia con el número premiado
ese me lo llevaba yo.
En fin, que no estoy haciendo
campaña antinada, como si perteneciera al ejército de liberación moral, cada
uno que se gaste el dinero en lo que quiera, yo también me juego mi dinerito.
Lo único que quiero señalar es la gran práctica en juegos de azar que tenemos
los españoles y lo que es peor, como esto se ha extendido a los miembros del
gobierno, que vaticinan a largo plazo resultados que ni ellos mismos se creen,
utilizando a los ciudadanos como fichas de casino con las que apostar. Las previsiones
del gobierno, solamente pueden explicarse bajo esta premisa. Como si esto fuera
el gran bingo de la economía, apuestan que para el año 2.019 la tasa de paro
será del 14,9% y la deuda será del 85,6%. Teniendo en cuenta que apostaron en
su programa electoral por la creación de 3 millones de empleos para la
legislatura, prácticamente iban a terminar con el paro, la apuesta es
arriesgada. Pero, puestos a apostar, por
qué no el 2.025, el 2.057 o el 3.075. Por qué no el 11,3%, el 7,50% o el 0%.
Mientras tanto, cada vez más gente carece de recursos y no puede esperar a que
se cumplan sus vaticinios de malos jugadores, apostadores de la vida y de los
sueños de los demás.
Tengo la impresión de que los
consejos de ministros de los viernes se celebran en el casino de Torrelodones, ese
del que echaron al Sabina, se ponen unas copas, es lo que se llama copas de
trabajo, y eligen el juego de la semana, ruleta, black jack, póquer, tomando
sus decisiones económicas en función de los resultados obtenidos. Ya que
estamos de esta guisa, les animo a que sus decisiones sean incluidas en las
casas de apuestas, para que, por lo menos, los ciudadanos podamos apostar el
acierto o desacierto del vaticinio. Aquí estoy seguro que ganamos dinero. Yo
dos a uno a que no.
Para terminar, no sé si el dicho es
afortunado en el juego, desafortunado en amores o afortunado en el juego,
afortunado en amores. O todo esto al revés o inversamente proporcional. No lo
sé. ¿Lo sabes tú?, o nos lo apostamos a las chapas.
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