Dentro
de la habitual avalancha de noticias, a cada cual más siniestra, sobre el
estado financiero del país y sus habitantes y las habituales manifestaciones de
nuestros políticos, a cada cual más indignante, se cuelan por la lateralidad
del grueso noticiable declaraciones realizadas por personas a las que se supone
un mínimo de cultura y razón científica, que hacen que uno sienta vergüenza
ajena. Si la reacción inmediata sobre las primeras es normalmente la cólera
rayana en la violencia, las segundas, a las que nos vamos a referir, producen
estupor y la duda sobre si algunos miembros de la raza humana evolucionan
favorablemente o, al contrario, ha entrado ya en la curva descendente hacía la
idiotez permanente. Se necesita tranquilidad y poso para poder enfrentarse a
ellas, aunque pase el tiempo y queden lejanas. Pero, sin duda, es necesario
comentarlas, sobre todo para que sepamos de verdad lo terrorífico que es
contemplar en que manos está el gobierno de la nación.
Sin
tener relación ninguna con el cargo que representa, el señor Fernández Díaz,
ministro del Interior, se ha descolgado con unas declaraciones más propias de
siglos pasados que del tiempo que le ha tocado vivir: “si nos oponemos al matrimonio del mismo sexo, no podemos usar
argumentos confesionales. Existen argumentos racionales que dicen que este tipo
de matrimonios no deben tener la misma protección por parte de los poderes
públicos que el matrimonio natural. La pervivencia de la especie, por ejemplo,
no estaría garantizada”. Así de rancio, casposo y beato nos ha salido el
tipo que está al frente de la policía. Miedo da. Y como todo tonto tiene quien
le baile al agua, no tardó la conferencia episcopal en aprovechar dichas
manifestaciones para tratar de sacar partido y exponer su pertinaz oposición al
matrimonio homosexual, con idéntico mensaje: la pervivencia de la especie.
Ante
tanta demagogia confesional, es preciso tomar postura y negar dichos
pseudoargumentos por el bien de la razón. Es curioso como declara que no se
pueden utilizar razonamientos confesionales en la disputa, pero a continuación
iguala el matrimonio católico al matrimonio natural, transmutando a Dios en
naturaleza. Sin embargo, el señor ministro se olvida de lo más elemental: la
religión católica nació hace dos mil años y el homo sapiens hace más de
cincuenta mil años. Es evidente que cualquier tipo de contrato afectivo entre
dos personas, da igual el sexo, anterior al catolicismo, es el verdaderamente
natural, siendo el matrimonio católico un artificio religioso exclusivamente
suyo. Salvo que el señor Fernández Díaz sea seguidor del creacionismo y está
convencido que el mundo nació con Adán y Eva y todo lo anterior es historia creada
por científicos masones.
Pero
si está convencido de que lo natural es el matrimonio católico, debería
explicarnos porque la iglesia católica, a la cual sin duda pertenece, aborrece
el acto sexual per se, cuando, precisamente, eso es lo más natural y lo que
hace aumentar la especie. Solamente alguien con una educación sesgada,
orientada y manipulada desde sus inicios, obviaría que no hace falta estar
casado para tener hijos y que sería muy triste que parte de la humanidad
contrajera nupcias con ese fin. Algo que parecen aceptar de buen grado en su
facción política, que sumado al papel tradicional de la mujer en la sociedad,
glosan su ideario político en relación con la igualdad entre hombres y mujeres
y la superación de los roles tradicionales dibujados históricamente.
Precisamente la historia que ha regulado su confesión religiosa a través de la
educación de sus seguidores, algo que llega hasta nuestros días.
Igualmente,
¿cuál es el papel que otorgan el ministro y la iglesia a los miembros de la
especia humana que son estériles? ¿Se opone a su matrimonio? En este último
caso ¿les es indiferente si es hombre y mujer, hombre y hombre o mujer y mujer,
ante su falta de procreación? No han aclarado estos extremos, supongo que
porque para esto hace falta pensar antes de hablar, cosa que se antoja difícil
ante cerebros tan preclaros.
Por la
parte que le toca a la iglesia católica, la pregunta podría ser esta: ¿si el
matrimonio homosexual puede llevar a la humanidad a su extinción, el hecho del
celibato de curas y monjas no supone exactamente lo mismo? Metiendo el dedo en
el ojo, si además del celibato se constata, como así viene ocurriendo, casos de
homosexualidad entre el clero, ¿no estarían ellos mismos llevando a la especie
humana a la extinción por partida doble? Si lo tienen tan claro, ¿no deberían
unirse los conventos y los seminarios convirtiéndolos en lugares de libre
albedrío donde la promiscuidad y los nacimientos estarían bendecidos por el
creador?
El
problema de la natalidad se da en países con gobiernos que en nada favorecen la
conciliación de la vida familiar y profesional, como el gobierno al que
pertenece el señor ministro. Pero que no se preocupe, para que la especie
humana no desaparezca, la iglesia católica desarrolla políticas de crecimiento
demográfico en los países menos desarrollados, aunque eso suponga malnutrición,
mortalidad infantil por falta de medios médicos, etc. Todo sea por aumentar la
grey.
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