miércoles, 18 de abril de 2012

LA MUDANZA DE PIEL DE LA SERPIENTE


Si, como dice la sabiduría popular, en el sexo tres son multitud, parece ser que para el gobierno del Partido Popular reunirse en la calle tres o más de tres es sedición. Desde las elecciones generales, se han ido quitando progresivamente la piel que utilizaron para ganarlas, dejando ver, ya sin disimulo, la cara oculta de sus verdaderos objetivos. La intención de modificar el Código Penal para penalizar la resistencia pasiva grande, ¿qué demonios habrá querido decir el ministro del interior con eso?, y la convocatoria de actos públicos por redes sociales que acaben en disturbios, más parece propio de unos tiempos políticos felizmente superados, que de la realidad de un país democrático.
A diferencia de lo que piensa nuestro gobierno, una sociedad que expresa su opinión de manera pacífica en la calle, es una sociedad viva y libre. Una sociedad que no se queda con los brazos cruzados durante cuatro años hasta que pueda volver a expresarse en las urnas. El gobierno tiene que entender que el voto no es un cheque en blanco y que su acción de gobierno debe estar fiscalizada permanentemente por la ciudadanía cuya máxima expresión de rechazo a medidas tomadas en su contra debe ser la manifestación pública de su opinión. Que algunas de dichas manifestaciones acaben con disturbios no debe ser coartada para suprimirlas o criminalizarlas, al contrario, el gobierno debe velar por el desarrollo pacífico de las mismas, por su seguridad y detener a los grupos violentos ajenos, que las parasitan y utilizan para sus propios intereses. Discriminando quién es el que acude de manera social y pacífica y quién no. Ese es su verdadero deber porque para eso se les vota. Si no estaríamos aplicando la estúpida doctrina de que para que no se produzcan más fuegos, talemos los bosques.
Los términos como resistencia pasiva, desobediencia civil o acción no violenta deben de producir sarpullidos en la piel de quienes tienen el autoritarismo como principio que recorre sus ideas de gobierno, muchas veces sin que ellos mismos se den cuenta. Es algo presente en sus genes políticos. Durante el siglo XX hemos asistido a periodos en los que las crisis económicas han llevado a los gobiernos de distintas naciones a partidos cuyo ideario de paz consistía en atribuir a una realidad social efervescente en contra de unos políticos desconectados de la realidad, la carga de la culpa. Aliados con parte de la sociedad más próxima a sus intereses, lanzaban un mensaje populista que los aupaba al poder con la promesa de instaurar la paz social. Una falsa paz social que llevaba aparejada la pérdida de derechos civiles propios de las sociedades democráticas y la constitución de facto de dictaduras disfrazadas, cuando no de dictaduras impuras y duras.
El hecho de que, como colofón al disparate propuesto por el ejecutivo español, sean calificados los actos como terrorismo, da idea del camino emprendido, y repetido no hace demasiados años, por nuestros gobernantes. De manera irresponsable han calificado como terroristas a personas de la talla de Mahatma Gandhi, que con su acción acabó con el colonialismo británico en la India, de Martin Luther King, que consiguió acabar con la discriminación racial en Estados Unidos o con el Dalai Lama, en su lucha pacífica contra la ocupación en el Tíbet. Algunos de ellos premios Nobel de la Paz, rebajados a la calificación de subversivos por los nuevos mesías del autoritarismo español. La visión del ciudadano chino, que solamente con su propio cuerpo, se enfrentó a los tanques en la plaza de Tiannamen durante la represión de la primavera china, y que levantó oleadas de apoyo en el resto del mundo, solamente sería en este país, de aprobarse esta modificación penal, una prueba irrefutable de acto terrorista contra el estado, que lo condenaría a la pérdida de libertad. Exactamente lo que le ocurrió en su país, que no olvidemos que es una dictadura. Como todos hemos estudiado matemáticas elementales, aplíquenle la propiedad simétrica al planteamiento.
Sería deseable que los ciudadanos no se dejaran amedrentar por estas intenciones gubernamentales, seguir ocupando la calle para manifestar nuestra oposición a medidas y ajustes que nos criminalizan como los culpables de esta situación, dejando claro que la frase “la calle es mía”, es algo que no volveremos a consentir. Y si persisten en su intención, que nos metan a todos en la cárcel. Por terroristas.

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