miércoles, 23 de noviembre de 2011

AMARGA CAIDA PARA MORIR EN AZUL


         Desde hacía tiempo lo venía presintiendo. Aunque sus esperanzas y esfuerzos fueron amortiguando su desconsuelo, el paso del tiempo iba señalando el camino contrario a lo que siempre había soñado. Nunca trató de huir de este hecho, sino de explicarse y convencerse a si mismo de que no estaba equivocado, que desde el concepto intelectual que le guiaba, era posible hacer un lugar mejor para vivir, que había que insistir en ese concepto y en ese manual de vida, aunque las circunstancias actuales hicieran pensar en todo lo contrario. Le ayudaba a insistirse a si mismo el hecho de que su tierra más cercana, en la que vivía, había sido uno de los primeros lugares ocupados por la nube gaseosa azul, que ahora amenazaba con extenderse al resto, hacía ya mucho tiempo. Quizás demasiado. Y esta circunstancia, la de haber vivido siempre en política al otro lado, le empeñaba más en su cometido, intentando que no desaparecieran las últimas aldeas irreductibles donde desarrollar el proyecto, como René Goscinny y Albert Uderzo imaginaron para los galos en lucha permanente contra el Imperio Romano. Pero el tiempo se iba agotando y los síntomas eran cada vez peores. El día elegido para la confrontación final se acercaba con la amenaza manifiesta de arrasarlo todo a su paso. Por fin llegó.
Estaba sentado en la mesa con una taza de café humeante en las manos ocultándole el rostro. La mirada perdida en ninguna parte. En su cabeza martilleaban constantemente las mismas palabras: “por fin lo han conseguido”. La televisión seguía vomitando datos y más datos sobre lo acontecido durante la jornada que estaba a punto de terminar. A cada conexión con el gabinete de crisis, la pesadumbre se iba adueñando cada vez más de las personas que siempre creyeron hasta el final que la situación podía cambiar. Durante todo este tiempo atrás, múltiples organizaciones nacionales e internacionales, foros de internet, redes sociales y personas a título individual lo habían advertido. Un tiempo que no había sido corto, pues desde casi más de dos años las advertencias habían ido en aumento constituyéndose en clamor en el tramo final. Pero los que tenían la solución para liderar el cambio de rumbo hicieron oídos sordos y, encerrados en sus castillos de cristal, permanecieron ajenos a las súplicas.
            Ahora no había solución. Él, como muchos que tenían las mismas ideas sobre el mundo, quedaba definitivamente al otro lado. La nube gaseosa azul, densa, avanzó sobre la tierra de manera implacable, difuminando todos los contornos y enmudeciendo a la gente. En su concepción inaprensible, se escurría de las manos de la gente que intentaba entender cuál era el delito que le obligaba a volver la vista hacia el pasado. El aire era irrespirable y la constante niebla gaseosa azul, agarrada con sus garras a la tierra, confundía los sentidos y las distancias, haciendo más difícil el mero hecho de sobrevivir. Nunca avisaba cuando golpeaba. Como la peste negra, solamente sabías cuando te golpeaba cuando ya la tenías dentro de ti.
            Incluso el mundo polícromo en el que habíamos vivido hasta entonces estaba en entredicho. Se crearon diversas alternativas de colores verde y rojo para enfrentar la situación en la resistencia, pero el arco iris de la felicidad caminaba hacia la desaparición. La nube gaseosa azul, omnipresente, lo iba inundando todo. El cielo, las montañas, los valles, los ríos, los árboles, las casas, mutaban al color dominante. Cada mañana al levantarse, algo a su alrededor ya no tenía su color original. La televisión noticiaba sobre la monocromática mancha, que avanzaba sin piedad.
            Una noche, en su casa, la pantalla de la televisión se volvió completamente azul y empezó a notar como le aparecían manchas azules en la piel. Se dio cuenta de que él también estaba contaminado. Aquella sustancia pegajosa, como ámbar, que le había caído de la rama de un árbol en su paseo vespertino, y a la que no dio importancia, estaba realizando su trabajo de zapa en todo su cuerpo y amenazaba con convertirlo en un fósil, atrapado en su interior, para el resto de la eternidad, salvo que paleontólogos del futuro lo descubrieran y sirviera de testigo de lo que pudo ser y no fue. Resignado al final que ya asomaba por su horizonte mental, tomó la decisión de continuar despierto y verlos llegar de frente. Consumió su último cigarrillo justo cuando vio acercarse el momento. En ese instante miró a la ventana, que daba a la plaza de La Memoria Histórica, en cuyo alfeizar se había posado un ave, ¿era una…?, lanzando su graznido de aviso, pájaro de mal agüero. La reconoció por fin y masculló entre dientes. Comenzaba la travesía del desierto azul, larga y dolorosa.            

2 comentarios:

  1. Los graznidos de ese pájaro se meterán en nuestros oidos durante cuatro laaaaargos años( de momento).
    Se avecina la segunda parte de "Los pájaros", atacando al más debil y apoyando al más fuerte...
    en fin amigo Carlos, no queda sino seguir luchando para que esto no se repita dentro de cuatro años. Aunque... no las tengo todas conmigo.

    Noelia

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  2. ¿cuanto durarán estos "pajarracos"?, esperemos que poco,pues de lo contrario el azul se irá cambiando poco a poco cada vez mas oscuro y eso.....

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