Realmente, y
pensándolo bien, deberíamos intentar volver a esa formación académica
multidisciplinar característica del Renacimiento. A un cuerpo completo de
materias interrelacionadas entre sí que confluyan en una realidad que no obvie
el carácter multifactorial de cualquier asunto que se trate. Incluso el penal.
Porque si nos molestamos un poco en leer y razonar las noticias que surgen a
nuestro alrededor, y no pasamos por ellas en modo “red social”, o lo que es lo
mismo: sin enterarnos de nada, como si los titulares, esos vulgares luminosos
de feria, fueran suficientes para conocer el contenido, nos daríamos cuenta de
que en el estamento judicial, o en los legisladores de las normas que
fundamentan su quehacer, falta matemática, mucha matemática.
En este tiempo de movimientos
sociales en busca de una reforma del Código Penal, no estaría de más que se
hiciera una profunda reflexión sobre la proporcionalidad en el castigo. Y no me
refiero a esos casos omnipresentes, y graves, en las noticias sino al mero
discurrir diario en los juzgados. No sé porque he recordado el caso de aquel
ladrón de una gallina para el cual el fiscal pidió una pena de un año. No hubo
violencia, ni intimidación, ni siquiera contacto físico con los dueños de la
gallina en cuestión. No hubo intención de traficar con la gallinácea, ni vender
sus órganos, no era valiosa por poner huevos de oro. Simplemente tenía hambre y
no poseía nada para comer. Vaya, un criminal peligroso.
Navegando por internet he localizado
una empresa de venta de gallinas ponedoras de razas supuestamente puras que
venden la unidad, variedad Sussex en este caso, a 15 €. Si extrapolamos este inicio y el ladrón
hubiera robado 10 gallinas el coste total sería de 150 € y la pena se hubiera
elevado a 10 años. Veamos que resulta algo chocante el valor de lo robado con
la pena impuesta teniendo en cuenta, aquí viene lo de la falta de más
matemática en el estamento judicial, que si extravías unos cuantos millones de
euros por aquí y despistas otros tantos por acá te puede caer la misma pena. Así,
a bote pronto, se me ocurre aconsejar a los futuros ladrones de gallinas que
cambien el objeto de su hurto y tengan más altas miras, una ambición más acorde
con los desregulados tiempos que vivimos y se arriesguen, osen intentar entrar
en ese reducido grupo de elegidos a los que la ley ampara en su ordenamiento
penal.
¿Por
qué robar una gallina? Roba mil de golpe y pones una granja a nombre de un
testaferro nativo de las Islas Caimán, ¡si es que con este nombre no podía ser
más que un paraíso fiscal!, te caerán veinte años como mucho, reducción de
condena, doce años, y a la calle. Habrás entrado de golpe y por la puerta
grande en ese selecto mundo carcelero-empresarial sabiendo que no deberás
devolver nada de lo robado. En este país lo que está penado no es robar sino el
robo minorista, ese robo de extracto social medio-bajo, sin estudios, sin clase
y estilo, sin respetar las tendencias que, en materia de sustracciones, marcan
los líderes políticos y financieros. Vamos, que no vais a la moda robando
gallinas. Deberíais constituiros en confederación, crear vuestra propia
patronal asociada, exigir legalidad impune e imaginar en grande. Eso o
construir una autopista de peaje, que es como robar gallinas a lo grande,
millones de gallinas año tras año sin ningún tipo de contrapartida que, una vez
exprimidas, os recomprará el estado para hacer el caldo con el que nos
obsequiará, pobres de nosotros, cuando nos dejen sentar a su mesa por Navidad.
Ahí lo dejo.
P.D. Para los informadores
y gente en general. Estamos en febrero y está haciendo buen tiempo, ¡joder!
Buen tiempo en febrero no son 20 grados, no es sol, no es chaquetita. Es
lluvia, es nieve, es niebla, es frío. Lo otro es verano. Bajan los embalses
porque no llueve y nieva lo suficiente y la plebe poniéndose contenta porque
suben las temperaturas en pleno invierno. Si es así, ojalá os achicharren los
40 grados del verano cuando no podáis beber una gota, que parecéis anormales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario