jueves, 15 de febrero de 2018

FEBRERO Y UNA TAZA DE TÉ

            Realmente, y pensándolo bien, deberíamos intentar volver a esa formación académica multidisciplinar característica del Renacimiento. A un cuerpo completo de materias interrelacionadas entre sí que confluyan en una realidad que no obvie el carácter multifactorial de cualquier asunto que se trate. Incluso el penal. Porque si nos molestamos un poco en leer y razonar las noticias que surgen a nuestro alrededor, y no pasamos por ellas en modo “red social”, o lo que es lo mismo: sin enterarnos de nada, como si los titulares, esos vulgares luminosos de feria, fueran suficientes para conocer el contenido, nos daríamos cuenta de que en el estamento judicial, o en los legisladores de las normas que fundamentan su quehacer, falta matemática, mucha matemática.

            En este tiempo de movimientos sociales en busca de una reforma del Código Penal, no estaría de más que se hiciera una profunda reflexión sobre la proporcionalidad en el castigo. Y no me refiero a esos casos omnipresentes, y graves, en las noticias sino al mero discurrir diario en los juzgados. No sé porque he recordado el caso de aquel ladrón de una gallina para el cual el fiscal pidió una pena de un año. No hubo violencia, ni intimidación, ni siquiera contacto físico con los dueños de la gallina en cuestión. No hubo intención de traficar con la gallinácea, ni vender sus órganos, no era valiosa por poner huevos de oro. Simplemente tenía hambre y no poseía nada para comer. Vaya, un criminal peligroso.

            Navegando por internet he localizado una empresa de venta de gallinas ponedoras de razas supuestamente puras que venden la unidad, variedad Sussex en este caso, a 15 €.  Si extrapolamos este inicio y el ladrón hubiera robado 10 gallinas el coste total sería de 150 € y la pena se hubiera elevado a 10 años. Veamos que resulta algo chocante el valor de lo robado con la pena impuesta teniendo en cuenta, aquí viene lo de la falta de más matemática en el estamento judicial, que si extravías unos cuantos millones de euros por aquí y despistas otros tantos por acá te puede caer la misma pena. Así, a bote pronto, se me ocurre aconsejar a los futuros ladrones de gallinas que cambien el objeto de su hurto y tengan más altas miras, una ambición más acorde con los desregulados tiempos que vivimos y se arriesguen, osen intentar entrar en ese reducido grupo de elegidos a los que la ley ampara en su ordenamiento penal.

            ¿Por qué robar una gallina? Roba mil de golpe y pones una granja a nombre de un testaferro nativo de las Islas Caimán, ¡si es que con este nombre no podía ser más que un paraíso fiscal!, te caerán veinte años como mucho, reducción de condena, doce años, y a la calle. Habrás entrado de golpe y por la puerta grande en ese selecto mundo carcelero-empresarial sabiendo que no deberás devolver nada de lo robado. En este país lo que está penado no es robar sino el robo minorista, ese robo de extracto social medio-bajo, sin estudios, sin clase y estilo, sin respetar las tendencias que, en materia de sustracciones, marcan los líderes políticos y financieros. Vamos, que no vais a la moda robando gallinas. Deberíais constituiros en confederación, crear vuestra propia patronal asociada, exigir legalidad impune e imaginar en grande. Eso o construir una autopista de peaje, que es como robar gallinas a lo grande, millones de gallinas año tras año sin ningún tipo de contrapartida que, una vez exprimidas, os recomprará el estado para hacer el caldo con el que nos obsequiará, pobres de nosotros, cuando nos dejen sentar a su mesa por Navidad. Ahí lo dejo. 
  
          P.D. Para los informadores y gente en general. Estamos en febrero y está haciendo buen tiempo, ¡joder! Buen tiempo en febrero no son 20 grados, no es sol, no es chaquetita. Es lluvia, es nieve, es niebla, es frío. Lo otro es verano. Bajan los embalses porque no llueve y nieva lo suficiente y la plebe poniéndose contenta porque suben las temperaturas en pleno invierno. Si es así, ojalá os achicharren los 40 grados del verano cuando no podáis beber una gota, que parecéis anormales.

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