Creo que uno de los mensajes más
claros y directos que he visto últimamente en facebook, y con el que estoy de
acuerdo, por supuesto, es el siguiente: “¿Y tú qué haces por la lucha contra el
cáncer de mama? No votar a partidos políticos que realizan recortes en
sanidad”. Estamos acostumbrados a que habitualmente muchas asociaciones, grupos,
etc, realicen campañas de recaudación de fondos que palíen, en parte, la escasa
aportación, cuando no el mero desprecio, de los distintos gobiernos, más
preocupados en cuadrar las grandes cifras macroeconómicas de los presupuestos
que de velar por los derechos fundamentales de los ciudadanos, cargando en la
presunta solidaridad de estos últimos la financiación de parte del sistema, en
este caso la asistencia e investigación del cáncer, que por ley les está obligado.
Como
si de un “deja vu” se tratara, volvemos a los años oscuros de la dictadura en
los cuales, una mal llamada caridad humana, la de los pudientes, mero crédito
para convalidar penitencia como si de una bula se tratara, hacia salir a las
calles a cientos de niños con la hucha del Domun para hacérselo llegar, como
nos decían en el colegio, a los negritos del África, que, pobrecillos, no
tenían que comer. Nadie decía nada de la explotación económica a la que estaban
siendo sometidos por parte del primer mundo que les impedía vivir con la dignidad
a la que tenían derecho, pero que era expoliada al mismo ritmo que sus materias
primas. Ahora, ¡qué broma del destino!, ya no se trata de los otros sino de
nosotros mismos, expoliados poco a poco de unos derechos que creíamos a salvo
de los saqueadores del libremercado, de los usurpadores del capitalismo más
salvaje e inhumano y que nos hace salir a la calle para recaudar lo que por
derecho nos pertenece.
Me
he puesto a reflexionar sobre todo esto al hilo de la historia que me cuentan
sobre lo ocurrido en un centro de salud la semana pasada al que acudió un
familiar: colas interminables en las consultas, mermadas estas por el disfrute
del puente por parte del personal sanitario. Una médica para la mayor parte de
los pacientes, los propios y los del resto de facultativos y una enfermera
atendiendo su parte profesional y a los pacientes que iban a su médico y se
encontraban con el vacio asistencial. Carreras de despacho en despacho y, como
se deduce, mala asistencia sanitaria. Y el hecho es que los profesionales no
tienen la culpa de esta situación, ellos también tienen derecho a sus
vacaciones, sino la jerarquía política sanitaria que no cubre esas
sustituciones por mor de unos ajustes económicos falsos vendidos a la población
general como un caramelo envenenado. ¡Un caramelo qué se han tragado con la
naturalidad que da el servilismo electoral y la ignorancia democrática!
La
ciudadanía, en lugar de protestar por la usurpación de un derecho, en este caso
el de una asistencia sanitaria adecuada, rezonga y refunfuña ante unos
profesionales los cuales bastante hacen con tapar huecos y llegar a duras penas
al final de una jornada laboral extenuante y marcada por la sensación de si,
realmente, lo hecho sirve para algo al hilo de los bufidos y gruñidos de unos
pacientes con el punto de mira de sus protestas equivocado, con una falta
patente de valentía para exigir ante los poderes políticos la restauración de
los servicios sanitarios, en este caso, en su totalidad, sin que unos ajustes
faltos de toda ética política, simplemente otra estafa electoral, sirvan para
cercenar uno de los principios básicos de un estado de derecho. Ni siquiera lo
exigen cada cuatro años y votan a los mismos que provocaron este caos en los
servicios básicos, despojando al voto de su carácter soberano, rebajándolo de
su valor de exigencia ante los políticos y revistiéndolo de las motivaciones
más folclóricas y rocambolescas, en sus versiones más añejas y rancias, para
perpetuar en el poder a los mismos que incumplen sus compromisos políticos. ¡A
ver para cuando un informe PISA sobre comprensión electoral!
Sobre
esto último, algo oído a una señora entrada en años: “nunca podría votar a
Francisco Guarido (alcalde de Zamora de IU) porque siempre va en camisa y esas
no son formas de vestir siendo alcalde”. Parece ser que a esta señora le ponen
más los políticos de traje, corbata y gomina a raudales. Desconocemos si esa
exigencia en la vestimenta la traslada a la capacidad personal y política del
trajeado de turno para desempeñar su puesto de forma correcta o, simplemente,
se la suda. Yo me inclino por esto último ya que, sabiendo como sé que vota al
PP, no ha tenido ningún inconveniente en seguirles prestando su voto a pesar de
que un alcalde trajeado de los que le gustan dejó un pufo de 6 millones de
euros al Ayuntamiento a causa de un nuevo edificio administrativo cuyo contrato
tuvo que declararlo lesivo para las arcas municipales la siguiente corporación,
también de su mismo partido.
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