Fue
allá por octubre de 2010 cuando comencé el blog “La noche del Alquimista”, blog
nacido de la voluntad de poner por escrito aquellas ideas u opiniones que se
iban formando en mi cabeza al albur de cualquier motivo que hiciera saltar el
resorte de la manifestación voluntaria e individual, hasta alcanzar algunos de
ellos la forma de relatos cortos. No había ningún afán de trascender sino la
simple aspiración de poder volver sobre esas narraciones más tarde, releerlas y
observar como el paso del tiempo va evolucionando el pensamiento, la forma, la
imagen, el conjunto de coordenadas que estructuran un yo, acaso demasiado
atormentado. A veces he pensado que, realmente, hace las veces de psicoanalista,
lo cual no deja de ser una ventaja, por lo menos en el dinero que me ahorro.
En
aquel tiempo, un grupo de amigos habíamos decidido realizar un viaje
celebrativo de fin de temporada folclórica, todos éramos en aquel tiempo
miembros de la Asociación Etnográfica “Bajo Duero”, de Zamora, y decidimos ir a
Granada. Así que así lo hicimos y nos plantamos en la ciudad del Darro y del
Genil dispuestos a pasar un gran fin de semana. Todo el relato de lo acontecido
en aquella ciudad quedó plasmado en la primera entrada de este blog, la cual
titulé: “La pena de ser timado en Granada”, remedando, lo cual no dice mucho en
mi favor, la cita de Francisco de Icaza: “Dale limosna, mujer, que no hay en la
vida nada como la pena de ser ciego en Granada”. Un fin de semana pasado por la
batidora del cabreo más absoluto ante la falta de respuestas de un ente como el
Patronato de la Alhambra y sus trabajadores, los cuales no supieron solucionar
el atropello que sufrimos. Pero como digo, acudir a aquella primera entrada y
leerla y ella os dará la pauta para entender el porqué de ésta.
Personalmente
salí muy defraudado de aquella visita a La Alhambra. Tuve la impresión todo el
día de que aquel símbolo del Al Andalus era en la actualidad un simple cajero
automático, un facilitador de dinero fresco a una ciudad y a una administración
que más parecían unos recaudadores de impuestos. Abarrotado de gente, descuidado
en el aspecto cultural, olvidado de la espiritualidad que emana, a pesar de
todo, de aquellas paredes y edificios. Todo tan aséptico, tan banal.
Simplemente una gran estructura donde lo que menos importa es el visitante, el
cual no es más que un número de entrada, un donador del metálico dinero, que
hará que haya interés por conservarla mientras vaya siendo rentable. Me temo
que en otro caso ya habría allí una gran superficie, eso sí, con sus
trabajadores vistiendo a la moda nazarí.
Arribar
a la meseta donde se encuentra enclavada La Alhambra es todo un espectáculo…bochornoso.
Cual playa de Benidorm en agosto, aquello está abarrotado de una muchedumbre
deambulando por la plaza de entrada, unos esperando a entrar, otros en las
interminables colas, otros sin saber que hacer. En torno a esta colectividad,
se intercalan ciertos personajes, con algunos de los cuales nos topamos
nosotros, que viven del monumento, en un ejercicio más propio de la novela picaresca.
Bufones, pícaros, videntes, brujas, encantadores, trileros, echadores de
cartas, rateros, escribas, clérigos, nobles, caballeros y rufianes, todos viven
a costa del atractivo edificio, todos se conocen, pero no se molestan entre
ellos: hay para todos.
Pero
el motivo de todo esto es que, después de cinco años del viaje, cinco años de
La Noche del Alquimista, cinco años de la primera entrada en el blog hablando
del desencanto de la visita, aparece en la revista Interviú de la semana pasada
un artículo anunciando la imputación de diversos cargos del Patronato de la
Alhambra por administración desleal, corrupción en la concesión de contratos a
las diversas empresas que allí operan, desvío de fondos, venta masiva y
desproporcionada de entradas, etc. Algo que ya barruntamos en aquel viaje, por
fin, sale a la luz. Simplemente había que ver aquello con algo de espíritu
crítico y no con la conciencia anulada como cuando vamos coleccionando visitas,
culturales o no, en nuestros viajes, sin enterarnos de nada de lo ocurre a
nuestro alrededor.
Espero que la justicia
funcione de forma correcta y caiga con todo el peso sobre estos siniestros
personajes que han sido capaces de llevar a la más extrema vulgaridad un
complejo que fue paradigma del refinamiento y el buen gusto en un tiempo escaso
de estos atributos, hasta que las huestes del norte, empapadas del fervor
religioso de la reconquista, lo avasallaron.
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