miércoles, 15 de julio de 2015

EGO Y VANIDAD

          A la izquierda española, y más concretamente a Izquierda Unida, se le ha llamado de todo a lo largo de los años, incluidos sus simpatizantes, entre los cuales me encuentro, pero que nos definan como pitufos gruñones entra dentro de la categoría de talent shows, tan de moda en la televisión actual y matricula al autor de dicha definición en la misma categoría que Cañita Brava (véase Youtube).

Define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española a la soberbia como: “Apetito desordenado de ser preferido a los otros”. También se puede definir como: “Sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos”. Esta cualidad de soberbio, altanero o altivo, sinónimos éstos últimos del primero, se convierte demasiado a menudo en la carta de presentación de ciertos individuos, que tras un ascenso rápido, capitalizan de forma torticera el éxito colectivo y común y lo convierten en un éxito individual simbolizado en su persona e imagen, apropiándose del mismo, presentándose ante la sociedad civil travestidos en los nuevos mesías de la política. Su puesta en escena, su discurso, sus argumentos, expelen acritud y desprecio de lo que no sea su monolítica concepción de la realidad, llegando en algunas ocasiones a rozar el apartheid ético.

Su excesiva satisfacción por la contemplación propia menospreciando a los demás, les hace burlarse de sus contrarios, minimizando sus ideas y propuestas. Están encantados de haberse conocido y verborrean ante su auditorio mitinero de su éxito continuo, incapaces de aceptar las críticas que ellos convierten en ataques carentes de razón. Obsesos del control, necesitan tener todo bajo su mando, convirtiéndose en fiscalizadores universales de cuánto y cuantos no comulgan con su ideario.

Pablo Iglesias, hasta la fecha, cabeza visible de la formación política Podemos, desprende ese tufillo sospechoso al que nos hemos referido y rezuma un cierto estalinismo conceptual, agresivo, con una deriva sospechosa e incierta hacia la arterioesclerosis política prematura, quedándole poco para convertirse, de facto, en el cacique de dicha entidad, enfrentado a parte significativa de las bases, contrarias a que se prostituya el origen de la misma. El destilado de ego y vanidad con el que nos obsequia en cada una de sus intervenciones públicas deja entrever una posible patología de tipo obsesivo: o conmigo o contra mí. Principio, por otra parte, que centra con gran habilidad en su persona, agrupando todos aquellos canales de representación y marginando al resto de correligionarios no coincidentes con sus ideas, provocando en el resto la actitud de sumisión y culto al líder supremo. Talantes de tintes tiránicos, con el consiguiente abandono de los postulados horizontales de decisión, que se asemejan en gran medida a otros históricos personajes, que llevaron al caos y a la destrucción todo aquello que tuvieron alrededor, perseguidos por el mismo concepto: individuos que se creen llamados a salvar la historia sin más razón que su propio yo. Ese yo freudiano, el súper yo, el súper ego, conductista moral de una sociedad que quieren y exigen a su imagen y semejanza. Lo(s) demá(s), para ellos, sobra(n).

Pero no aprende, no comparte. El supuesto éxito, del que tanto se jacta, en las últimas elecciones autonómicas y locales, fue, curiosamente, con las candidaturas que englobaban a distintas formaciones de izquierda, además de Podemos. Sin embargo, su soberbia, le impide reconocer que ese éxito fue fruto de la colaboración y el entendimiento de la izquierda y sus diversas sensibilidades. Con la perspectiva de las elecciones generales, vuelve a caer en el error del discurso prepotente y vanidoso, otro error, que le llevará a formar parte, si nadie lo remedia, de la Unidad de Destrucción en lo Universal, trasunto cómico de aquella otra, igual de perversa, Unidad de Destino en lo Universal, juguete franquista a mayor gloria de su estupidez y ceguera.

Así que aquí le esperamos, en esta aldea a la izquierda, perdida al oeste del oeste, que resiste como puede el embate del entorno azulado y cosmético. Pitufos gruñones con ganas de pitufarle a Don Pablo como se puede ser de izquierdas y no morir, de éxito, en el intento.

            De nada.

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