martes, 28 de abril de 2015

LA HISTORIA DE DOMITILA Y SU ANDADOR MORTAL

          A semejanza de otros universos superheroicos, como los de Marvel y DC, los universos saineteros de las obras de Arniches o de los hermanos Álvarez Quintero se han colado en nuestra realidad más cotidiana con su conceptualidad básica de contenido jocoso y sumamente (su)realista, elementos cercanos a ese esperpento tan español, grotesco y bufón, que refleja de forma inmediata como se vive y piensa en una sociedad quebrada por la crisis y por unos poderes absurdos que tratan de enquistarse en el poder a base de hacer retroceder a la sociedad a siglos pasados y unos esbirros a su servicio que demuestran a cada paso que dan lo difícil que es establecer conexiones neuronales coherentes en cerebros cortocircuitados al perder una fase: la ética.

            Pues bien, en este escenario truculento de superhéroes y supervillanos, leo una noticia en el periódico local que dice: “Juzgan en Pontevedra a una preferentista con andador por saltarse un cordón policial”, lo cual, pienso, no deja en buen lugar a unos cuerpos policiales que subestimaron, en un claro ejercicio de superioridad pueril y vanidosa, el “poder de la fuerza viejuna”. Pero antes de seguir con la noticia, me permitiréis que haga un homenaje, a cuento de todo esto, a mi abuela Josefa, que también usó, a su modo, un andador.

Mi abuela era mujer sayaguesa por los cuatro costados, aunque yo creo que tenía más costados y a cada cual más sayagués, que fue operada de cadera con 92 años. Esta mujer dura como La Roca, hacia la compra diariamente, allá por el barrio de San José Obrero, y se acercaba al centro de la ciudad en busca de su pensión con sus 90 años a cuestas, y en los días de jera bancaria, se iba, asimismo, a desayunar unos churritos con chocolate para darle alegría al cuerpo. Pues bien, una vez operada de la cadera, se convirtió en una especie de abuela biónica, incorporando de un modo natural el implante extraño en su cuerpo, como si éste siempre hubiera estado allí. Muy coqueta ella, mandó el andador y al médico de turno al infierno de los pusilánimes, y quince días después caminaba por casa, cual Penélope Glamour, con la sola ayuda de un bastón, más de adorno que útil, el cual desaparecía en cuanto creía que nadie la miraba.

Tengo que reconocer que mi abuela Josefa hubiera sido una gran yayoflauta y que, solidarizándose con la preferentista gallega, hubiera asaltado cordones policiales zapatilla en mano. Pero en el caso que nos ocupa, la preferentista se llama Domitila Vicente Franco y tenía, cuando ocurrieron los hechos en el año 2013, 82 años ¡Un serio peligro para la seguridad nacional! Parece ser, a juicio de la policía y de los jueces, que los nuevos superhéroes son capaces de convertir sus enfermedades, mediante procedimientos de alquimia supersecretos, en superpoderes al servicio de la sociedad. En el caso de Domitila, era una osteoporosis que le afectaba a la rodilla, por eso llevaba andador, la que la convertía en la nueva Mujer Maravilla, terror de los macizos cuerpos de policía de gafas de sol y porra en ristre. Su atrevimiento al protestar contra el expolio de las preferentes, fue catalogado, creerme, como alteración del orden público y conducta violenta. Sí, por esos mismos que aporrean como si no hubiera mañana a manifestantes pacíficos, en cuanto el poder se empieza a cagar en los pantalones.

Domitila, cuyo nombre de guerra podría ser Yayoescrache, alegó en su defensa ante el nuevo juzgado de lo tontuno-acumulativo, lo siguiente: “Solo hice ruido, cómo iba yo a saltar unas vallas para entrar en el Ayuntamiento si voy con andador”. Pero, desgraciadamente, dicha declaración no se tuvo en cuenta, la versión de los macistes policiales, alegando el comportamiento mutante de la mujer, prevaleció en los componentes de la judicatura, una versión de la mesa cuadrada de supervillanos al servicio de la tontuna legal. En total, 200 euros de sanción, lo mismo que costó su andador, el arma definitiva contra el poder corrupto.

Tengo que reseñar que también fue acusado en la misma acción otro Vengador, Fernando, de 70 años, por alterar el orden público y comportamiento agresivo. En este caso, a juicio de la policía, su superpoder provenía de un cáncer del que iba a ser operado dos días después. Vamos, que estaba en plenas facultades físicas y podría derribar de un guantazo a toda una barricada policial.

      Ya veo el temor en sus ojos, el miedo apretando sus entrañas. Llegan los nuevos superhéroes: los Yayoescraches, y no tendrán piedad. Allí donde se cometa una injusticia surgirán estos nuevos vengadores para restablecer la verdad. Si usted los conoce, quizá pueda contratarlos.

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