miércoles, 8 de febrero de 2012

CUATRO COLORES: VERDE



           Ha pasado mucho tiempo. Aunque quiera, las facciones de tu rostro se han ido desvaneciendo poco a poco, al igual que tu figura camino de la espesa niebla del tiempo. Solamente queda tu nombre, que no es poco. Ah! y tu melena rizada de color dorado que, como el sol creciente de la primavera, se convirtió en mi faro. Se encontraron nuestros caminos, hasta entonces desconocidos el uno para el otro, en el momento exacto en que empezaba a subir las empinadas veredas de las verdes montañas de tu tierra, en cuyas cimas pretendía declarar al mundo mi juvenil llegada. Y decidiste escalarlas a mi lado. Éramos jóvenes, acaso muy jóvenes para eso que llaman amor. Sin preocupaciones, vivimos nuestra particular primavera llenos del vigor extremo de nuestros pocos años. Viviendo un mundo de adultos para el que nos creíamos preparados. Y durante esos escasos años fuimos felices.
            Consumíamos a besos las escasas horas de nuestros encuentros y el ardor febril de nuestros cuerpos regaba la tierra de nuestros dominios, más tuyos que míos, haciéndonos partícipes del futuro que, ingenuamente, declarábamos compartido de por vida. Cuanta sincera ingenuidad en los deseos. Fuimos ensañándonos mutuamente a crecer y en ese proceso nos fuimos intercambiando pequeñas experiencias que fueron construyendo nuestro edificio personal compartido y que, en mi caso, me han ido acompañando a lo largo de esta vida. Así fuimos ampliando horizontes en un lugar donde el horizonte esta tan cerca que prácticamente se puede tocar con las manos, ayudados siempre por el mar impetuoso, como nuestros anhelos.
            Hecho de menos el mar, tú mar. O a ti. No, no debo engañarme. Puede que sea la nostalgia de los pocos años entonces, ahora que la nieve empieza a colorear los muchos de ahora. Un mar al que he vuelto recorriendo los mismos senderos de entonces en un ejercicio de revisión vital y de recopilación de recuerdos que deben ser revisitados en un ejercicio sistemático, recuperándolos de la tela de araña en que se quedan envueltos con los años. Ningún recuerdo se debe perder pues forma parte siempre de uno. Ese mar rompiente y salvaje que me enseñaste a querer, pues formaba parte de ti. En el fondo eras, ¿aún eres?, la línea acantilada donde chocan  la tierra con sabor a carbón extraída de la profundidad oscura y la marejada salina del mar de fondo, mezclándose a partes iguales. Sólida y líquida a la vez.
            De pronto vuelvo a recordar esa alegría contagiosa que equilibraba ese punto taciturno que a veces me embargaba. Y vuelvo a ver nítidamente ese cuerpo pequeño y que a todas horas deseaba, moverse a mi alrededor y declinando en “u”, característico de tu tierra, las palabras que tapaban mis silencios. Nunca silencios de tristeza, sino de satisfacción infinita por haberte encontrado. Tu vida llenó de apuntes y notas al margen la mía y dio consistencia al cuerpo de texto en que me he convertido en la actualidad, enriqueciéndolo. Un libro que empezó contigo y que, ahora que te recuerda, está escribiendo sus últimas páginas.
            En fin, recuerdos impregnados con el olor a sidra de los llagares que íbamos visitando de romería en romería. Bebedizo de amor que libábamos al calor de un sol al que, en los atardeceres de nuestros días, le íbamos diciendo adiós, al mismo tiempo que empezaba a juguetear con las cimas de las montañas hasta esconderse detrás de ellas. Juntos bajamos a la planta catorce del pozo y subimos a Cuna y Cenera y, poco a poco, acompasados, fuimos recorriendo años. Y lo que era para siempre, terminó, como terminan los amores primigenios, de muerte natural. Habíamos crecido y éramos conscientes de que el mundo tenía numerosos horizontes que descubrir, muchas primaveras que disfrutar  y muchos licores que libar. Pero fueron unos años hermosos los vividos junto a ti. Dos seres jóvenes y libres agarrando la vida con fuerza. Y por supuesto, siempre nos quedará El Ñeru.
A M.                  

1 comentario:

  1. bonitos recuerdos, de, en pasando la perruca y el carrascal de la lena. ¡¡como pasa el tiempo¡¡. chavalín ¡¡que bonitos recuerdos¡¡ eh.

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