miércoles, 14 de diciembre de 2011

MI EDIFICIO PRACTICA SEXO


           Por distintas razones he vivido a lo largo de mi vida en cuatro viviendas, con la que habito actualmente, más o menos permanentes. En unas el tiempo vivido ha sido largo y en otras menos. Unas estuvieron llenas de alegrías y en otras las tristezas fueron mayores. Pero desde la más antigua a la más moderna, en todas hay un denominador común: parecen que estén hechas de papel. Es como si en la Facultad de Arquitectura los libros de texto hubieran sido sustituidos por el cuento de los tres cerditos y todas las promociones de arquitectos no hubieran pasado de la página del primer cerdito que construyó su casa con paja. Esto unido a la falta de ética de los promotores y constructores de viviendas, cuya máxima es la de mayor plusvalía al menor coste posible, lo que se traduce en la merma de la calidad de los materiales empleados, da como resultado que, a pesar de las paredes construidas, uno crea que vive en una comuna sin separaciones auditivas visibles.
            De hecho es como si el edificio tuviera vida y te hablara. Uno va integrando en su vida la multitud de sonidos y conversaciones que le llegan a través de las paredes pudiendo llegar a establecer con él un dialogo más o menos coherente y convirtiéndose al final en un compañero más. Aquellos corralas antiguas en las cuales bastaba salir al pasillo común y darle una voz a la vecina para que ésta se enterara del recado y de paso que toda la comunidad lo supiera, han dado paso a viviendas en las que no hace falta salir al rellano para dar una voz, basta con darla desde el salón de tu casa para que se propague por el resto del edificio. Es como si los constructores hubieran sustituido, para evitar la incomunicación entre las personas, el aislante de las paredes por materiales conductores de la voz que como un gran eco van propagando las conversaciones hasta el infinito y más allá.
            El edificio donde vivo actualmente es muy versátil en esto de la comunicación. Me ha comunicado el nacimiento de un nuevo miembro de la comunidad y asisto emocionado, “con lágrimas en los ojos”, a sus primeros berrinches que me hacen estar despierto toda la noche pendiente, como un padre más, de sus quejas y exigencias. Me informa de los avances en conocimiento del medio e inglés de otro infante de la comunidad, a pesar de los gritos de desesperación, tarde si y tarde también, que pueden indicar lo contrario. Tiene instalado hilo musical y a pesar de escuchar Radio 3, me ameniza las tardes con los cuarenta subnormales, radio olé o cualquiera de las muchas emisoras de radio fórmula que emiten una especie de sucedáneo de música con letras sacadas del manual del buen sicópata. Como gran comunicador que es, me narra, sin coste alguno, los partidos de futbol más importantes al lado de los seguidores más cafres y que más gritan. Es como ver la televisión por vía telepática donde no hacen falta imágenes, tú lo visualizas conforme te lo están gritando al oído quieras o no quieras. Futbol es futbol.
            Pero como el título de la entrada indica, el edificio ha dado un paso más: también práctica sexo. Estando en el salón de mi casa leyendo tranquilamente, me empiezan a llegar susurros y jadeos que daban la impresión que salían directamente de la misma estructura del inmueble. Nítidamente llega hasta mis oídos la siguiente conversación:

-jadeos….
-(ella, con voz mimosa): lo siento cariño pero creo que no te lo he hecho a tu gusto.
-(él, con voz firme): pero si me ha gustado mucho.
-(ella, otra vez con voz más mimosa): yo creo que no, pero es que me duele mucho la boca.
-(él): tranquila y prueba otra vez.
-jadeos….
            Así como suena. Como si la unión entre una viga y la pared hubiera ido más allá de lo marcado en el plano por el arquitecto y, gracias al cemento unitario convertido en lubricante de ocasión, gozaran voluptuosamente dando un nuevo enfoque al anuncio: una vivienda para sentir.
            En fin, que ya somos una familia en toda regla. Incluso el edificio ladra en diversos tonos y razas. Yo, por si acaso, y para que no me tachen de insolidario, le voy a enseñar a tocar el piano. Bueno, en principio a aporrear el piano. Me gustaría ver la cara de sorpresa y gozo de todas las casas cuando oigan una y otra vez, repetitivamente, mis grandes interpretaciones del do, re, mi, fa, sol. Puedo convertirme en la banda sonora de su vida o en la pesadilla sonora de la misma. Pero que nadie crea que vivo mal. Estoy muy orgulloso de la calidez humana que me aporta la construcción. Es más, creo que más adelante nos alimentará con un menú diario a través del ascensor, ya que este suele oler a comida casi todos los días del año.
            Espero que el edificio no me tenga en cuenta esta indiscreción.

5 comentarios:

  1. muy bueno, je je je. No en todos los sitios y lugares suceden estas cosas, ja ja ja

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  2. jiji... mi edificio se dedica al bricolaje a las 00.00 horas, tiene un reloj de péndulo que da las horas sin despistarse ni una, también ladra y tiene unas conversaciones por teléfono con su hija... increibles! pero lo de la viga y la pared... eso solo lo hacen los edificios con categoría, como el tuyo.
    jijiji me hubiera encantado ver tu cara ....!! jijiji
    Noe

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  3. yo creo que te estas haciendo viejo, si hicieras lo que yo, PISAR LO MINIMO EN CASA, ¡¡NO TE ENTERARIAS DE NADA¡¡

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  4. yo creo que eso ocurre en todas partes,en mi edificio hay un vecino mayor y sordo que le da a las pelis porno de madrugada y tiene a todos los de alrededor a ciennnnnnnnnnnnnnnnn

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  5. Bueno no es para tanto. Es como el "Gran hermano", pero sin TV. Ademas es una señal de vitalidad. En mi edificio sólo se oye una flauta a la hora de la siesta. Yo como buen "voyeur", la cambiaría por una buena sesión radiada de sexo. Ánimo con el piano. Rick Wakeman a tu lado... se va a quedar pequeño.

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