martes, 11 de enero de 2011

CUENTO DE NAVIDAD Y AÑO NUEVO

Día 2 de enero, primer día del año triunfal. Sobre las dos de la tarde entro en el bar de costumbre a tomarme una cerveza. Como es habitual la edad media de la parroquia ronda los 70 años. Todos ellos muy endomingados y con un reflejo en la cara extraño que me desasosiega, me da escalofrios. Se toman su consumición y con ella las tapas expuestas a la clientela. Hay que decir que las tapas de este bar no son precisamente de dieta: jeta, calamares, gamba rebozada, morro, callos, etc. Piden platos llenos y comen como si se fuera a acabar el mundo. O como cuando están en el buffet libre de los hoteles a los que van en los viajes del Inserso. Los niveles de colesterol suben y suben, las tensiones arteriales se descompensan y alcanzan picos como la Bolsa, las probabilidades de infarto crecen como los beneficios de los bancos. Pero nada de esto importa, hoy todos estamos sanos por decreto porque ya que no flota humo en el ambiente, ya no se puede fumar.
Ahora entiendo su brillo en la cara y sus torvas miradas. Se suceden las conversaciones sobre lo bien que se está sin humo en el bar y los más lanzados proclaman a los cuatro vientos que ya era hora que los fumadores fueran echados a la puta calle. Hay un grupo de gente a la que no conozco. Pregunto con cautela y  un camuflado como yo me comenta que son personas que nunca van a los bares, pero que ahora van de uno a otro, como saltimbanquis, pregonado la gran victoria conseguida y alzando los brazos en señal de triunfo. Revanchistas, que como en el 39, se han convertido en una especie de cuerpo cívico-policial con la misión de elaborar listas de fumadores irredentos y de dueños de bar colaboracionistas con el fumador, para entregarselas a las autoridades y que ejecuten su justicia politico-divina. No se si serán del ejercito de la Facua.
Me voy a otro bar y lo mismo, en otro lo mismo y llego a alucinar pensando que, aunque no tenga un cigarro en la mano, saben que fumo y todos me miran con cara de desagrado diciendome: vete a tu casa, solo eres un marginal, un drogadicto que afea nuestra sana y querida sociedad. Estoy tan atemorizado que necesito echar otro trago. Entro en un bar y están todas las mesas ocupadas. Matrimonios jóvenes con niños, muchos, pero que muchos niños.
Ahora los bares son como su guardería privada, pero casi gratis (un café). Saltan, te gritan al oido, arrastran las sillas y las mesas sin que sus padres les digan nada. Parece que con el humo del bar a ellos se les ha ido la educación de sus hijos. Me pido un gran vaso de dyc, pero no es suficiente, pido otro y otro. Parece ser que el estar bebiendo de más en un bar no es un mal ejemplo para sus niños sino un acto social aceptado. Salgo dando tumbos con todos los níños y padres mirandome. En un último gesto de dignidad me giro y les digo: "Me podré ir borracho, pero no he fumado ni un pitillo".
En ese momento todos los allí presentes estallaron en un gran aplauso y sus miradas rebosaban alegría. Me hicieron un hueco entre ellos y llegaron a ponerme de ejemplo a sus hijos, porque aunque me había hecho trizas el hígado el pulmon había resistido. Incluso una enfervorizada madre propuso que se levantara acta del suceso tan extraordinario al que habían asistido para enviársela al gobierno y que tuviera constancia de lo efectiva que era la ley antitabaco. Me disculpé como pude y salí corriendo a coger el coche. Llegué a casa y busqué en google el discurso del dictador Franco el 18 de julio del 39 con el que daba por terminada la asesina guerra civil que el mismo provocó. Cambié algunas palabras y me eché a temblar....Cautivo y desarmado el ejercito fumador.... 

Dedicado a Oliva, para que se le pase el cabreo.      
  

3 comentarios:

  1. Es otra prueba. Soy Oliva.

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  2. Hola y gracias, espero que la gente no fumadora vea con tanta claridad el interior de los bares como tú lo describes, muy bien ,me ha gustado el cuento.

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