Dedicado a Juanma y Alba.
Ellos ya se encontraron en Ítaca.
Dice Ismael Serrano en la presentación de uno de sus conciertos: “en
1927 un matemático formuló el principio
de incertidumbre. Venía a decir algo así como que… nada se puede predecir
con exactitud, siempre queda un margen de incertidumbre en el conocimiento
humano.”
En este principio podemos incluir todo lo que se nos ocurra, pero hay
algo que hace que la vida se dé la vuelta como un calcetín viejo: la ilusión.
Le he puesto este nombre y podía ponerle otro, pero… Cuando para asegurar
aquélla, la llenamos de rigideces y controles, que nos dan la falsa ilusión de
que caminamos seguros, la última hace que todo salte por los aires. Y de hecho
provoca en nosotros una subida de adrenalina que, luego siempre tenemos que
reconocerlo, nos hace sentir más vivos.
El hecho de dar todo por perdido es una equivocación, siempre surge
algo que nos pone en marcha. Un viaje, una reunión, una cercanía, una promesa
por vivir. Cualquier motivo es bueno para reavivar la ilusión adormecida, pero
que nunca se apaga. ¿Deberíamos darle más importancia al viaje que al resultado
de llegar, ya que esto último puede que no ocurra nunca?: “quizás llegar a Ítaca
sea lo de menos”. O a lo mejor no. Y las dos cosas sean igual de importantes.
Siempre la incertidumbre.
Aunque también existe riesgo. Si el viaje es infinito, puedes llegar a
tomarlo como algo rutinario y entonces la ilusión desaparece y se convierte en
un lastre que hace que el barco no avance. Sin embargo ese riesgo puede ser,
también, motor de vida. La solución adoptada, la decisión final que totaliza
una vida. Porque cuando se encuentra lo que, inconscientemente, se ha buscado
desde siempre, el sentido terrible de la vida, que cantaba Bloque, se desvanece
para dar paso a la sensación de que hemos llegado al final del viaje y que,
como decíamos antes, el viaje y el final del mismo han merecido la pena.
A pesar de que alguien lo hay encontrado antes, o en sentido contrario,
haya tenido la suerte de haber sido encontrado por lo buscado. Porque no hay
nada más desesperanzador que la desaparición por ausencia. Cruel ausencia,
porque no es total, porque ésta, de cuando en cuando, se convierte en
presencia, como queriendo decir, sin querer decirlo, que tu viaje fue muy largo
o que los rumbos de tu vida no te dejaron encontrar el camino correcto o que,
más sencillo, no te esperaba. Y por eso nunca deja llegar al olvido aliviador
del alma rota y de un cuerpo, que aunque vestido de lujosos ropajes, solamente
esconde las ruinas de la vida.
Volverás al viaje surcando otros mares, a fin de cuentas uno no deja
nunca de viajar, de buscar, de anhelar, de querer, de... Cruzarás tormentas y zonas de calma.
Habrá frio y calor en el alma. Pero siempre en tu carta de navegación estarán fijas
las palabras del poeta Kavafis: “No hallarás otra tierra ni otra mar. La ciudad
irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles, pues la ciudad es siempre la
misma”.
Tierra, mar, ciudad, calle... amor.
Después de todo, que queda sino ser valiente y responder a la pregunta
inicial. Con rotundidad y sin vacilar, pues es lo que has elegido, inquiriendo
a la vez:
Sí. ¿Y tú?
Si. Por supuesto que si
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