martes, 7 de junio de 2011

¿ME GUSTARIA QUE NOS ENCONTRASEMOS?


Dedicado a Juanma y Alba. Ellos ya se encontraron en Ítaca.


Dice Ismael Serrano en la presentación de uno de sus conciertos: “en 1927 un matemático formuló el principio de incertidumbre. Venía a decir algo así como que… nada se puede predecir con exactitud, siempre queda un margen de incertidumbre en el conocimiento humano.”

En este principio podemos incluir todo lo que se nos ocurra, pero hay algo que hace que la vida se dé la vuelta como un calcetín viejo: la ilusión. Le he puesto este nombre y podía ponerle otro, pero… Cuando para asegurar aquélla, la llenamos de rigideces y controles, que nos dan la falsa ilusión de que caminamos seguros, la última hace que todo salte por los aires. Y de hecho provoca en nosotros una subida de adrenalina que, luego siempre tenemos que reconocerlo, nos hace sentir más vivos.

El hecho de dar todo por perdido es una equivocación, siempre surge algo que nos pone en marcha. Un viaje, una reunión, una cercanía, una promesa por vivir. Cualquier motivo es bueno para reavivar la ilusión adormecida, pero que nunca se apaga. ¿Deberíamos darle más importancia al viaje que al resultado de llegar, ya que esto último puede que no ocurra nunca?: “quizás llegar a Ítaca sea lo de menos”. O a lo mejor no. Y las dos cosas sean igual de importantes. Siempre la incertidumbre.

Aunque también existe riesgo. Si el viaje es infinito, puedes llegar a tomarlo como algo rutinario y entonces la ilusión desaparece y se convierte en un lastre que hace que el barco no avance. Sin embargo ese riesgo puede ser, también, motor de vida. La solución adoptada, la decisión final que totaliza una vida. Porque cuando se encuentra lo que, inconscientemente, se ha buscado desde siempre, el sentido terrible de la vida, que cantaba Bloque, se desvanece para dar paso a la sensación de que hemos llegado al final del viaje y que, como decíamos antes, el viaje y el final del mismo han merecido la pena.

A pesar de que alguien lo hay encontrado antes, o en sentido contrario, haya tenido la suerte de haber sido encontrado por lo buscado. Porque no hay nada más desesperanzador que la desaparición por ausencia. Cruel ausencia, porque no es total, porque ésta, de cuando en cuando, se convierte en presencia, como queriendo decir, sin querer decirlo, que tu viaje fue muy largo o que los rumbos de tu vida no te dejaron encontrar el camino correcto o que, más sencillo, no te esperaba. Y por eso nunca deja llegar al olvido aliviador del alma rota y de un cuerpo, que aunque vestido de lujosos ropajes, solamente esconde las ruinas de la vida.  

Volverás al viaje surcando otros mares, a fin de cuentas uno no deja nunca de viajar, de buscar, de anhelar, de querer, de... Cruzarás tormentas y zonas de calma. Habrá frio y calor en el alma. Pero siempre en tu carta de navegación estarán fijas las palabras del poeta Kavafis: “No hallarás otra tierra ni otra mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles, pues la ciudad es siempre la misma”.
Tierra, mar, ciudad, calle... amor.
Después de todo, que queda sino ser valiente y responder a la pregunta inicial. Con rotundidad y sin vacilar, pues es lo que has elegido, inquiriendo a la vez:

Sí. ¿Y tú?

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